Ya no asistimos a una situación puntual de alta incertidumbre política, que afecta la credibilidad del gobierno y que requiere medidas urgentes, sino somos testigos de una condición de deterioro constante e irreversible del sistema político peruano.
Juramentó el gabinete Valer, y lejos de aminorar la crisis política, Pedro Castillo la ha agravado. No obstante, es relevante subrayar que más allá de nombres o coyunturas, la crisis es recurrente, prácticamente perenne. Vale decir, ya no asistimos a una situación puntual de alta incertidumbre política, que afecta la credibilidad del gobierno y que requiere medidas urgentes, sino somos testigos de una condición de deterioro constante e irreversible del sistema político peruano.
¿Cómo hemos llegado a esta situación? La explicación es multicausal, sin embargo, destaco dos factores por su trascendencia: la precariedad de los partidos políticos y la ausencia de un servicio civil profesional.
La precariedad de los partidos políticos peruanos se traduce en su escasa convocatoria, su limitada presencia a nivel nacional y a la cada vez más compleja tarea de representar a una sociedad altamente informal. Esta situación fomenta el voto anti, es decir no se sufraga por alguna agrupación afín o cercana, sino se vota para evitar que alguien llegue al poder.
El politólogo Mauricio Zavaleta subraya que el Perú no tiene un sistema de partidos como tal, sino una “coalición de independientes”, donde un caudillo y sus allegados buscan acomodarse para alcanzar el poder. Pero estos caudillos carecen de vocación de continuidad, es decir consolidar un sello partidario en el largo plazo. Esto se ve en los casos de Toledo, García, Ollanta y PPK, donde los partidos que los llevaron a la Presidencia, se desintegraron poco después.
En otras palabras, la debilidad extrema de los partidos políticos en el Perú ha abierto la puerta a liderazgos unipersonales, con acento populista, y en algunos casos delincuencial, sin un claro fundamento ideológico y con una organización política atrás sumamente endeble. Estas organizaciones precarias posibilitan que personas altamente cuestionadas, sin preparación y experiencia puedan ser electas en un cargo público.
Un antídoto para la precariedad del sistema de partidos es el servicio civil, es decir un Estado calificado y profesional que fomente la carrera pública. En otras palabras, un Estado que tenga la posibilidad de mantenerse al margen de las crisis políticas del gobierno. Esto no sucede en el Perú, las crisis políticas inmediatamente perturban el funcionamiento del aparato público, debido al gran porcentaje de cargos de confianza en puestos clave y al desorden administrativo que afecta a los trabajadores públicos. Sanborn y Morón (2007), señalan que, a diferencia de los países desarrollados y varios latinoamericanos, el Perú nunca ha tenido un servicio civil profesional.
¿Cómo revertir esta situación? Lo primero es desempolvar varias de las recomendaciones de la Comisión Tuesta. Destacan la necesidad de volver a la bicameralidad, que la inmunidad parlamentaria sea levantada por la Corte Suprema y no por el propio Parlamento, la renovación por mitades de la Cámara de Diputados, el adelanto de la segunda elección presidencial al quinto domingo posterior a la primera elección, la eliminación de voto preferencial, la obligatoriedad de incluir los procesos penales en trámite en la hoja de vida, establecer mesas de sufragio en los hospitales, centros penitenciarios y en lugares accesibles a las personas con discapacidad, reducir la prohibición de divulgar encuestas a 24 horas antes del día de las elecciones, entre otras.
A manera de conclusión, las recurrentes crisis políticas seguirán si no se hacen cambios totales y profundos en el sistema político de representación. Las recomendaciones de la Comisión Tuesta son oportunas y valiosas, comencemos por ahí.
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Sobre el autor:
Alonso Cárdenas
Docente de la carrera de Ciencia Política de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya