El legado de María Elena Moyano no está solo en su actuación consecuente con su pensar y sentir, sino en lo que significó para las mujeres en el ingreso a la política, en el reconocimiento de sus luchas y en su fuerza para dejar en claro quiénes eran los reales enemigos de las poblaciones que vivieron entre dos fuegos.
Así es como recuerdo a María Elena Moyano bailando salsa con gran destreza, hablando de política con pasión: criticando duramente el accionar de Sendero Luminoso, pero también las políticas neoliberales y la corrupción que ya se asomaban en el gobierno de Fujimori; otro tema infaltable era la unidad de la izquierda y el camino que debía seguir para salvaguardar los derechos humanos en el Perú.
A 30 años de su asesinato “La Negra” sigue iluminando con su ejemplo el camino de la política y nos recuerda las grandes tareas que nos corresponden a todas y todos como ciudadanos, como responsables de la transformación de nuestras realidades, de allí su vigencia y el reconocimiento para muchos como una de las mujeres del Bicentenario. Si bien aún nos aflige la crueldad con la que Sendero Luminoso quiso desaparecerla, lo que nos alimenta hoy es la historia de su vida, la de una mujer negra que logró representar todo aquello que la sociedad peruana conservadora, machista y discriminadora rechazaba en las décadas de los 70s y 80s, tiempos en que se erigió como una líder de las organizaciones de mujeres más importantes: El Vaso de Leche y los Comedores Populares, y fue desde la lucha por sacar adelante a sus familias que las mujeres de Villa El Salvador enarbolaron uno de los capítulos más importantes en la historia del distrito con incidencia en todo el Perú.
En el análisis de Guadalupe Salazar, joven comunicadora social, “La Negra” siempre fue una figura pública ocupando los medios como Presidenta de la Federación Popular de Mujeres de Villa El Salvador (FEPOMUVES) pero relacionada principalmente a su condición de comunera, mujer y madre en organizaciones dedicadas a la alimentación, pero con el tiempo fue vista con sorpresa por sus evidentes expresiones de coraje contra Sendero Luminoso y contra el gobierno de Fujimori en tiempos en el que pocas lideresas sociales tenían exposición pública y a quienes se les representaba como masculinas si levantaban el puño, encabezaban las marchas o denunciaban la vulneración de los derechos con firmeza y dominio de la palabra. Tras su muerte, su imagen fue mejor comprendida como mujer política con una ideología de izquierda clara, como feminista y como luchadora social.
El legado de “La Negra” no está solo en su actuación consecuente con su pensar y sentir, sino en lo que significó para las mujeres en el ingreso a la política, en el reconocimiento de sus luchas, en su fuerza para dejar en claro quiénes eran los reales enemigos de las poblaciones que en aquellas épocas vivían el terror entre dos fuegos. Hay un legado que niñas y jóvenes mujeres como Guadalupe Salazar reconocen en ella con vigencia absoluta: “su vida es un horizonte porque encarna la mujer que se compromete con la defensa de los derechos humanos y la justicia sin miedo, siguiendo sus ideales por construir un mundo mejor, por eso es inolvidable y aunque no la conocí me siento conectada con ella” ¡Y que siga la salsa!
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Sobre el autor:
Rossana Mendoza Zapata
Docente de la Escuela de Educación de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya