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3 junio, 2022

[Artículo RPP] Ricardo Falla: Concilio Vaticano II: sesenta años después de su inicio

El Concilio Vaticano Segundo, que se inició en 1962, fue probablemente el mayor evento teológico católico en más de cinco siglos, porque sentó las bases de la actual iglesia preparándola para su entrada al tercer milenio. Más allá de las actuales coyunturas, no está de más recordar el espíritu que animó su convocatoria e inicio.

Si hay algo que entendió Ángelo Roncalli, Juan XXIII, es que la historia después de los acontecimientos que se habían sucedido uno tras otro desde 1914 hasta 1959, evidenciaba que el mundo había experimentado un autentico “giro copernicano”. En esos 45 años se acumularon un número significativo de guerras, revoluciones, procesos de independencia, etc. Todo éstos, junto a una impresionante evolución científico tecnológica. Ante esa constatación, la iglesia católica debía reconocer que se encontraba frete a una sociedad global, moralmente plural y crecientemente secular. En aquel nuevo contexto, difícilmente se podrían mantener los principios del Concilio de Trento, llevados a cabo a mediados del silgo XVI.

Roncalli (1881-1963), hombre de enorme inteligencia y poseedor de una vasta experiencia diplomática y pastoral, acusó recibo de lo que estaba ocurriendo en el siglo XX. Y tuvo la agudeza para entender que los procesos desatados con la modernidad secularizadora no iban a cesar. Más bien, que se iban a radicalizar en el futuro. De ahí que tres meses después de tomar el pontificado, en enero de 1959, hizo pública esta su intención: “Pronuncio ante ustedes, cierto, temblando un poco de conmoción, pero al mismo tiempo con humilde resolución de propósito, el nombre y la propuesta de la doble celebración de un sínodo diocesano para la Urbe y de un concilio ecuménico para la iglesia universal”. ¿Cuál era la intención del “papa bueno”?

Sin duda el “Aggiornamento”, entendido como la actualización y renovación de los medios teológicos y pastorales para comprender los nuevos contextos sobre los cuales de dirige la misión de la iglesia. De ahí que una vez consultado por la razón de su llevar a cabo una reunión conciliar, Juan XXIII respondió: «Quiero abrir las ventanas de la Iglesia para que podamos ver hacia afuera y los fieles puedan ver hacia el interior». Es decir, era el momento de establecer un diálogo serio con el mundo contemporáneo asumiendo su complejidad sin miedo o rechazo. Y, al mismo tiempo, tratar de involucrar a los fieles en la visión futura de la iglesia. Ya no era posible seguir actuando con los ojos cerrados en un mundo de cambios incesantes, cuando muchos de los mismos ponían en riesgo la continuidad de la humanidad, como cuando el mismo Roncalli medió entre John Kennedy y Nikita Jrushchov a fin de evitar que la “crisis de los misiles” terminara desatando la tercera guerra mundial en octubre de 1962.

Así, en octubre de 1962, con la presencia de dos mil obispos de los cinco continentes se inició a la reunión conciliar, sobre tres ejes generales: incidir en el desarrollo de la fe católica en un mundo secular, renovar la moral de la vida cristiana de los creyentes en un contexto de valores morales plurales y adaptar la vida religiosa a las necesidades y métodos de nuestro tiempo. Este conclave episcopal terminó en 1965, bajo el papado de Pablo VI.  Es evidente que las líneas básicas del Concilio Vaticano II siguen siendo las fundamentales hasta nuestros días y han sido refrendadas por los siguientes pontificados.

Lea la columna del autor todos los lunes en Rpp.pe

Sobre el autor:

Ricardo L. Falla Carrillo

Jefe del Departamento de Filosofía y Teología de la UARM

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