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16 agosto, 2021

[Artículo] Liz Puma: El conflicto en democracia

Usualmente al conflicto se le atribuye un sentido negativo, produciéndonos temor, ansiedad y miedo. Por ello, muchas veces preferimos evadirlo o negarlo. El conflicto es natural e inherente a las relaciones humanas, está estrechamente vinculada con la percepción que tenemos de las situaciones que experimentamos y los sentimientos que producen. El conflicto puede definirse como un proceso complejo en el que dos o más partes se perciben como un obstáculo para la satisfacción de sus intereses y necesidades, como consecuencia cada parte realiza diversas acciones.

En democracia se busca que el conflicto social se aborde por los canales institucionales e incorporen en las decisiones del Estado. El reto radica en comprenderlos y resolverlos en forma justa y no violenta. La democracia aporta en la construcción y fortalecimiento de espacios de diálogos en las que se examinen las diversas problemáticas y demandas de sus ciudadanos.

Con la incorporación de nuevos actores nuestra democracia tendría que alimentarse de nuevas actitudes y voluntades que busquen integrar, que profundicen en el debate, cuestionen con base a criterios fundamentados, y que con el mismo ímpetu construyan acuerdos de cara al interés general.

La contienda política como elemento básico de la política debería dar lugar a un diálogo abierto, despojado de miedos, porque la política es eso: conflicto, pero también consenso. Para ello se requiere de espacios de diálogo plural que expresen las diversas voces e intereses alrededor de temas apremiantes que el Estado impulse.

Para que el diálogo fluya, hay que evitar etiquetas que invalidan y promueven la reactualización de la revancha, recurrir a este tipo de lenguaje, donde priman los adjetivos, deshumaniza a los actores que interactúan como parte en el sistema político, cerrando la posibilidad de abordar el conflicto, para entrar en una lógica donde los actores se refugien en sus posiciones. Tal como señala Chantal Mouffe al explicar su teoría de una democracia “agonista”, es importante reconocer la legitimidad de la controversia y de la percepción del “otro” como adversario y no como enemigo a quien debemos eliminar.

Para Lederach, construir las paces requiere de un compromiso a largo plazo, cimientos constituidos por múltiples actores y acciones ayuden a sentar las bases para una paz sostenible. El conflicto impacta de forma negativa y positiva en las personas, provoca cambios en las dimensiones personales, relacionales, estructurales y culturales, por ello es importante desarrollar respuestas creativas que promuevan cambios en esas dimensiones por medio de mecanismos no violentos. Nuestra democracia requiere en el próximo lustro de la práctica de un diálogo genuino que busque concertar para abordar los impactos que generó la pandemia y la confrontación política.

 

Artículo publicado el 12/08/2021 en el Diario Oficial El Peruano

Sobre el autor:

Liz Puma

Coordinadora del Diplomado en transformación de conflictos sociales en la Universidad Antonio Ruíz de Montoya

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