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14 julio, 2021

[Artículo – Rimaq Warmi] Sofía Chacaltana: Reconstruir los vínculos con nuestras ancestras

Cuando por primera vez excavé un cuerpo humano momificado fue estremecedor. Era una mujer de la sociedad Chiribaya que habitó el valle bajo de Moquegua hace 1000 años. Me acuerdo del olor que salía de la tumba, y que, debido a que el suelo es seco y altamente salino, su cuerpo se conservaba casi como el día de su entierro. Se podían ver las pestañas, las uñas y su pelo arreglado en una larga trenza. En ese momento no sabía que estaba pasando el rito de transición que implica ser una “verdadera arqueóloga”; y desvincularme de la persona a la que excavo para volverla objeto de estudio.

La pregunta ética (y legal) sobre la excavación arqueológica con fines de investigación de los cuerpos humanos no es nueva en la disciplina arqueológica y, las múltiples respuestas están relacionadas con las tensiones que existen entre las leyes sobre el “patrimonio nacional” del territorio donde se excava, los significados culturales y autonomía política sobre los territorios y los cuerpos de los ancestros que tienen las comunidades originarias, y en las narrativas científicas de los investigadores e investigadoras que trabajan en los territorios.

Estas preguntas, que siempre han acompañado mi experiencia profesional y personal me llevan a pensar en la historia de los cuerpos de 51 acllas que fueron excavadas en 1896 por el investigador alemán Max Uhle, considerado uno de los “padres” de la arqueología peruana, en el Templo del Sol de Pachacamac. Los cuerpos de estas acllas fueron enterrados con mucho cuidado y en complejas ceremonias puesto que su trabajo contribuyó a la grandeza de uno de los oráculos más importantes de los Andes.

Uhle envío sus cuerpos al museo de la Universidad de Pennsylvania en los Estados Unidos. En 1915, los cráneos fueron trasladados al instituto de investigación médica Wistar. Hasta que 1960, el Instituto los transfiere a la escuela de medicina de la misma universidad. La investigadora Ann Tiballi, quién ha hecho una tesis sobre las Acllas de Pachacamac, indica que la transferencia y recorrido de los cráneos y mandíbulas de estas mujeres han sufrido varios cortes y, que este itinerario, no ha sido registrado apropiadamente por los centros de investigaciones médicas ni por el museo. Recién en el 2009, en uno de los closets del Instituto Médico de esta universidad, y por pura casualidad, fueron descubiertos 20 cráneos y 9 mandíbulas de estas mujeres ancestras peruanas. Los demás restos de sus cuerpos siguen desaparecidos.

Las acllas vueltas objetos de estudio, han tenido un recorrido y trato violento ¿Qué nos corresponde? Conocer sus vidas y logros a través de la difusión es necesario; pero también cuidarlas y reconocer su humanidad. Exigir respeto a sus cuerpos, hoy desarticulados, es nuestra obligación ya sea como académicas, ciudadanas o descendientes.

Artículo publicado en La República el 13/07/2021

 

Sobre el autor:

Sofía Chacaltana Cortez

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