La equidad de género es una lucha que sigue lejos de acabar. A los problemas estructurales que ya enfrentaba, la pandemia le ha sumado una serie de elementos que hacen urgente trabajar en erradicar las brechas que hoy impiden un trato imparcial e igualitario entre hombres y mujeres, tanto en los espacios familiares como laborales.
Las proyecciones de desarrollo de las mujeres se han visto afectadas por la COVID-19 y el teletrabajo. De acuerdo a la IV Encuesta de Equidad de Género desarrollada por Ipsos para Semana Económica y la Cámara Oficial de Comercio de España en el Perú, las mujeres realizan mayoritariamente hasta 5 de las 7 labores principales de la casa, entre ellas limpiar, atender a niños y adultos mayores o cocinar, mientras que los hombres de la casa solo lideran una: sacar a pasear a las mascotas.
La crisis laboral por la pandemia ha afectado en mayor escala a las mujeres en comparación de los hombres, ya que son ellas las que más han perdido sus trabajos o se les ha hecho más complicado mantenerlos. Pero esta dificultad no es reciente. Estudios de la ONU indican que a nivel mundial existe una brecha remunerativa entre hombres y mujeres del 23 %, considerando posiciones similares con iguales funciones y niveles de responsabilidad. En el Perú, la situación es más grave según lo muestra el estudio Perú Brechas de Género, realizado por el INEI en el 2019, donde se consigna que las mujeres ganan en promedio casi 30 % menos que sus pares masculinos.
A título personal, puedo decir que he tenido el privilegio de contar con estructuras familiares y laborales que me han permitido romper el llamado “techo de cristal” y quebrar así una serie de barreras en el campo profesional. Vengo de un hogar en el que mi madre, a pesar de contar con sólo educación secundaria, se desmarcó del preconcepto de la mujer asociada a las labores domésticas y en los años setenta se convirtió en una emprendedora de éxito.
En mi entorno familiar personal, la división de labores dentro de casa y la concepción de que esposo y esposa estamos llamados a desarrollarnos profesionalmente, ha tenido como resultado que ambos triunfemos por igual en el campo laboral. Antes de cumplir treinta años, tuve la oportunidad de asumir la gerencia general de una empresa líder en chequeos médicos preventivos y ocupacionales, donde años más tarde llegué a ser miembro del directorio y accionista del grupo. Hoy en día, que tengo a mi cargo la Dirección Comercial de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya, veo como también se da un alineamiento de prioridades y concepciones sobre la función de la mujer en el mundo laboral, lo que se ve reflejado en la composición del Consejo de Rectoría de la universidad, en el que 5 de 9 integrantes son del sexo femenino.
Ello me lleva a dos conclusiones fundamentales: es imposible equilibrar la balanza para las mujeres en el descarnado mundo laboral si es que se siguen relativizando las evidentes brechas que aún existen y si es que la lucha por la equidad sigue siendo una lucha de mujeres. Romper el techo de cristal requiere de familias que empoderen a sus hijas a estudiar y ser exitosas, requiere de entornos laborales donde las mujeres se sientan seguras y donde sean recompensadas de la misma forma que sus pares, y requiere de líderes, tanto hombres como mujeres, que sean aliados en romper las barreras y estereotipos que impiden que las mujeres escalen en las organizaciones. Yo tuve la suerte de tener todo ello: trabajemos para que lo que hoy es un privilegio se convierta en una realidad para todas.
Artículo publicado en Stakeholders 9/04/21
Sobre el autor:
Elsa María Baronio