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21 mayo, 2021

[Artículo – Meditamundo] Ramiro Escobar: El conflicto de nunca Hamás

“Shlomo Ben Ami, quien fue canciller israelí a fines de los 90, escribió una frase muy certera: ‘Israel ha sabido ganar todas las guerras, pero no ha sabido ganar la paz’…”.

¿Qué decir que no suene nebuloso sobre el nuevo enfrentamiento protagonizado por palestinos e israelíes? ¿Cómo evitar quedarse solo en la frase hecha “es necesario reactivar el diálogo” cuando los muertos ya se cuentan por decenas y los heridos por cientos? ¿Es posible condenar la violencia contra civiles perpetrada por ambas partes y además elaborar una reflexión?

No solo es posible, sino que es urgente. Este conflicto tiene décadas, no comenzó a fines de abril pasado, cuando en pleno Ramadán (mes del ayuno musulmán) estallaron enfrentamientos en Jerusalén Este, entre un grupo de palestinos y judíos ultraortodoxos, tras una marcha de estos últimos. Ha habido, desde 1948, numerosos episodios de este tipo y mucho más violentos.

Pero hay un marco general donde ocurren estas tragedias que no se puede desconocer: a través de sucesivos conflictos bélicos (cinco de gran envergadura, sin contar los enfrentamientos del 2008, 2012 y 2014 en la franja de Gaza), Israel ha ocupado más territorios de los que la ONU le asignó en la partición del territorio decidida en 1947 por la Asamblea General, con el voto del Perú.

Eso, que va contra el Derecho Internacional, ya debería atemperar los juicios fáciles que tratan de explicar los hechos de hoy a partir de una escaramuza. Los palestinos son un pueblo ocupado, sufren lo que significa ser prisioneros en su propia tierra. Para transitar de una localidad palestina a otra, tienen que pasar por un retén israelí y soportar muchas veces dolorosas humillaciones.

Shlomo Ben Ami, quien fue canciller israelí a fines de los 90, escribió en una ocasión una frase muy certera: “Israel ha sabido ganar todas las guerras, pero no ha sabido ganar la paz”. Tanto él como no pocos ciudadanos de su país entienden lo que ocurre, quieren que acabe esta suerte de fuego sin luz al final. No es cierto, como algunos despistados creen, que todos piensan lo mismo.

Pero Benjamín Netanyahu, el actual primer ministro, un político dominante en la escena desde hace por lo menos 15 años (ha ejercido el cargo cinco veces), no es alguien que se juegue por un proceso de paz. Ha bloqueado varias veces la creación de un Estado palestino y ha promovido algo que activa la rabia: la creación de colonias israelíes en los territorios ocupados palestinos.

Hamás es otro activador cruel del conflicto. Surge a fines de los 80, como respuesta religiosa a la frustración causada por la ocupación y va captando adeptos rápidamente. Hoy gobierna de facto la franja de Gaza, mientras Cisjordania (la otra parte del territorio palestino) es gobernada por Mahmud Abbas, el presidente palestino, perteneciente al movimiento Al Fatah.

Tanto los misiles disparados desde Gaza por Hamás, sobre territorio civil israelí, como las represalias indiscriminadas del Ejército hebreo sobre ese territorio son crímenes de guerra. Son el síntoma gastado de un conflicto que se enreda en sus propios laberintos irracionales. Que no conoce el punto medio y a veces ni siquiera la compasión por el otro.

Quizás solo haya una posibilidad de cambio. En Israel, hubo elecciones en marzo y aún no se forma un nuevo gobierno (es un sistema parlamentario), y es posible que Netanyahu no vuelva a ser primer ministro y el cargo vaya para Yair Lapid, un reformista, menos duro y más dialogante. Y en Palestina, Abbas tendría que hacer pronto unas elecciones postergadas desde el 2006.

Si aparecen nuevos animales políticos en ambos pueblos, capaces de bajar la carga de su furia e intransigencia e ir hacia una negociación realista, como lo hizo Isaac Rabin, tal vez haya una luz de esperanza. Que podría ser alentada por los ciudadanos de ambos lados, en vez de preferir lo que hay ahora: un cruce de luces malditas en el cielo que siembran muerte y dolor sin parar.

 

Artículo publicado en el diario La República el 14/05/2021

Sobre el autor:

Ramiro Escobar

Docente de Relaciones Internacionales de la carrera de Ciencia Política (CIPO) de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya

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