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26 abril, 2021

[Artículo RPP] Alonso Cárdenas: De vuelta a 1990

En esta elección, se enfrentan un desconocido profesor de escuela pública rural y una candidata que públicamente ha señalado que “defenderá el modelo económico”. Por ironías de la vida, Pedro Castillo está más cerca del Fujimori de 1990 y Keiko guarda varias similitudes con el Vargas Llosa candidato.

Los resultados de la primera vuelta han sorprendido a propios y extraños. Sin embargo, desde mi punto de vista la elección del Bicentenario guarda varias similitudes con el proceso electoral de 1990. Existen coincidencias en los contextos, en los actores y también es importante decirlo, algunas diferencias.

En 1990, el Perú se encontraba en una situación dramática. El terrorismo, la violencia de Sendero Luminoso, el narcotráfico, la hiperinflación, la bancarrota moral y económica del Estado, la corrupción generalizada del primer gobierno de Alan García y el descrédito absoluto del sistema político de representación, hacían factible un proceso de desintegración política y social del país.

Este escenario catastrófico creó las condiciones para el surgimiento de candidatos con etiquetas de independientes que ofrecían soluciones y esperanzas fuera del repudiado sistema político tradicional. Sanborn y Panfichi (1996) señalan que la aparición de figuras como Alberto Fujimori, son el resultado de las abismales desigualdades del Perú, de la pobreza y de persistentes debilidades institucionales, que derivan en ciclos recurrentes de populismo y crisis. 

En 1990, en segunda vuelta se enfrentaron un desconocido ingeniero agrónomo de origen japonés, contra un laureado escritor reconocido mundialmente. Varios analistas consideraron que el gran valor de Fujimori fue que no tenía vínculo ni atadura que lo uniera con la clase política tradicional. Su mensaje hacia el electorado era el de total rechazo hacia los políticos de siempre. Cambio era la palabra más usada.

Mario Vargas Llosa parecía tenerlo todo para ganar la elección, una campaña publicitaria provista de recursos que parecían infinitos y el apoyo de los principales grupos empresariales. Sin embargo, esta maquinaria tuvo un efecto contraproducente en un electorado empobrecido, ya que se reforzó el ideario del candidato de la clase alta. Por otra parte, Fujimori apeló siempre al votante de las clases bajas y a los electores independientes. De igual forma, fue trascendental el vínculo emocional que logró construir con los sectores populares que lo veían como “uno de nosotros”, algo que nunca pudo materializar MVLl. Es difícil olvidar la imagen de los engominados consultores de Sawyers and Miller, tratando de comprender al votante peruano.

Treinta y un años después nos encontramos nuevamente ante un escenario catastrófico. Antes de la llegada de la pandemia, el sistema político nacional ya era el de peor aprobación en América Latina. De igual forma los  peruanos percibían que su clase política era la más corrupta de la región (Barómetro de las Américas, 2019). La llegada del coronavirus exhibió las carencias del país en su real dimensión. Los supuestos beneficios del crecimiento económico ininterrumpido por 20 años, no se tradujeron en mejoras concretas en la calidad de vida de las grandes mayorías. Sin camas UCI, sin oxígeno, sin personal sanitario, con una población desnutrida y obesa, Perú se convirtió en el país con el mayor exceso de mortalidad del mundo. El diario británico Financial Times nos ha calificado como el país que peor ha manejado la pandemia a nivel global.

En esta elección, se enfrentan un desconocido profesor de escuela pública rural y una candidata que públicamente ha señalado que “defenderá el modelo económico”. Por ironías de la vida, Pedro Castillo está más cerca del Fujimori de 1990 y Keiko guarda varias similitudes con el Vargas Llosa candidato. Castillo ha logrado apropiarse de la palabra cambio y también muestra ese vínculo emocional con las grandes mayorías discriminadas y empobrecidas. Por otra parte, Keiko es respaldada por los electores de los niveles socioeconómicos más acomodados (IPSOS y DATUM), la clase empresarial y  cuenta con lo que parecen ser, infinitos recursos económicos.   

¿Está todo definido? La respuesta es no. En sistemas con enormes fragilidades institucionales, cuarenta días son una eternidad. Sin embargo Keiko Fujimori conjuga los tres factores que cualquier asesor de imagen y comunicación política quiere evitar: a) es tildada como la candidata de los ricos, b) no logra vínculo emocional con el electorado (antivoto), y c) ha tropezado varias veces con la piedra de la corrupción.

A manera de conclusión, las similitudes entre la elección de 1990 y la presente son evidentes. Sin embargo, tanto Fujimori padre como MVLl eran ajenos al establishment tradicional.  Hoy Keiko forma parte indefectiblemente de ese sistema político tan repudiado por el elector. Castillo no. Probablemente ese sea uno de los factores claves que determinen el resultado de la elección.

 

Lea la columna del autor todos los jueves en Rpp.pe

Sobre el autor:

Alonso Cárdenas

Docente de la carrera de Ciencia Política de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya

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