Cuando el Estado diseña propuestas interesantes, sin burocratismo ni papeleos engorrosos, nobles y de fácil acceso, la ciudadanía se involucra.
Ante tantas malas noticias, es complejo encontrar iniciativas desde el aparato público que sean dignas de destacarse. Sin embargo, la apuesta del Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas por el Estado (Sernanp), organismo adscrito al Ministerio del Ambiente, me parece una excelente idea a comentar.
Sernanp indica que la taricaya, tortuga emblemática de nuestra Amazonía, estuvo al borde de la extinción. Sin embargo, gracias al trabajo articulado entre el Estado y las comunidades asentadas en la Reserva Nacional Pacaya Samiria (Loreto), se ha logrado recuperar cerca del 3 mil por ciento de estos reptiles.
Antes de la pandemia, las taricayas formaban parte fundamental de los atractivos del turismo vivencial en nuestra selva, actividad que generaba ingresos para las 492 familias organizadas y formalizadas en 43 grupos de manejo reconocidos por el Sernanp en Pacaya Samiria. De igual forma, esta alianza entre las comunidades y el Estado logró que sean liberadas alrededor de 600 mil taricayas en los ríos de amazónicos, contribuyendo decisivamente a la preservación de este extraordinario ecosistema, único en el mundo.
Sin embargo, con la llegada del Coronavirus, toda la actividad económica de turismo vivencial se desplomó, poniendo en riesgo todo lo avanzado y haciendo peligrar los ingresos de las familias que han trabajado arduamente para proteger a esta especie en peligro de extinción.
Ante este escenario tan complicado, Senarnp pensó fuera de la caja y buscó la manera de generar ingresos para las comunidades, preservando a las tortugas, sin solicitar más presupuesto a un Estado distante, altamente burocrático y hasta indiferente.
La iniciativa “Apadrina una taricaya, conserva Pacaya”, buscó involucrar a la ciudadanía en la preservación de esta especie emblemática, de una manera sencilla, simple, sin engorrosos procedimientos. Además ofreció un incentivo simbólico por participar, vale decir no solamente pide, sino que a cambio también ofrece.
Senarnp básicamente solicitó una donación de cuatro soles a las cuentas de esta institución en la banca comercial. Una vez hecho el depósito, se debía enviar un pantallazo del mismo a la página de Facebook, con los datos básicos como nombre, correo electrónico y teléfono.
A cambio de la módica suma, Senarnp ofreció un certificado en formato digital que acredite el apoyo brindado a favor de la protección del medioambiente. A su vez se permitirá el acceso a un video y fotos de la liberación de las taricayas.
La idea del certificado es un inteligente incentivo, ya que se puede hacer a nombre de los hijos pequeños, puede darse también como regalo a otras personas, etc. A su vez el video complementa muy bien pues nos permite ver efectivamente cómo nuestro dinero ha sido invertido en una causa noble. Todo esto sin ningún tipo de riesgo sanitario, sin burocratismo y utilizando las plataformas digitales.
En lo personal, la iniciativa me llegó vía Whastapp, una colega del Ministerio de Educación lo compartió diciendo “para tus hijos”. Otros medios digitales lo estuvieron difundiendo en las redes sociales. Los resultados han sido alentadores. De acuerdo con Sernanp, más de mil doscientas personas se involucraron en la campaña, por ende recibirán su certificado y el acceso al video y las fotos.
¿Qué sigue? Definitivamente iniciativas como esta deben replicarse, no solamente para las taricayas, sino para la infinidad de especies en peligro de extinción que están siendo protegidas por el Estado. También se puede promover que las grandes empresas se involucren bajo una categoría similar a las obras por impuestos, pero con énfasis medioambiental y conservacionista. De igual forma, involucrar a ciudadanos e instituciones de otros países que trabajan decididamente contra el cambio climático y por la preservación de las especies.
A manera de conclusión podemos señalar que cuando el Estado diseña propuestas interesantes, sin burocratismo ni papeleos engorrosos, nobles y de fácil acceso, la ciudadanía se involucra. Esperemos que “apadrina una taricaya, conserva Pacaya”, sea la primera de varias iniciativas de este tipo.
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Sobre el autor:
Alonso Cárdenas
Docente de la carrera de Ciencia Política de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya