Es tiempo de reconocer y agradecer a los maestros más esmerados, en especial a aquellos que tuvieron que dejarse guiar por un hijo o un nieto para aprender a comunicarse por wasap, a quienes caminaban largas horas para alcanzarles a sus estudiantes las fichas de trabajo, a los maestros anónimos y a muchos más.
El 2020 será recordado como el año de la pandemia y quién sabe el 2021 será similar. Nos hemos visto afectados en todo sentido y los esfuerzos del sector educación para que las niñas, los niños y los jóvenes reciban el servicio educativo ha tenido una vez más a los maestros como principales protagonistas en una modalidad de clases que nos ha desafiado enormemente. Podrán llover las críticas, pero también es tiempo de reconocer y agradecer a los más esmerados.
Felices fiestas a todas y todos los maestros del Perú, en especial a aquellos que tuvieron que dejarse guiar por un hijo o un nieto para aprender a comunicarse por wasap y trabajar al pie de una computadora; el reconocimiento a los que se graduaron con esfuerzo en un curso breve y práctico de educación virtual, a los que echaron mano de todos sus recursos creativos para que sus pequeños estudiantes no se aburran ni desmayen, los que usaron un títere, una nariz de payaso, una canción para motivarlos. Muy especiales reconocimientos a esas maestras y maestros audaces que tras constatar que sus estudiantes no accedían al Aprendo en Casa caminaban largas horas para alcanzarles las fichas de trabajo o distribuir libros para que sus estudiantes continúen.
Menciones especiales merecen los maestros que no solo se esforzaban en seguir siendo los mejores en su especialidad, sino que decidieron convertirse en tutores acompañantes y que no falte un “¿Cómo te sientes?”, dispuestos a dar el pésame con sabiduría y amor cuando sus estudiantes perdían un padre o un abuelito; aquellos que habiendo perdido a un ser querido se sobreponían pronto para continuar en la labor. Felices fiestas con admiración a aquellos sabios, madres, abuelitos que sin título ejercieron con “maestría” la educación comunitaria, haciendo de la comunidad un aula grande y abierta para fortalecer la lengua originaria y los conocimientos ancestrales en cátedras de profundo sentido en el hacer y en el convivir. Son los maestros anónimos que cubrieron muchas plazas en los territorios de los pueblos originarios, para que esa otra cultura educativa, como diría el maestro Grimaldo Rengifo, florezca y permanezca. No olvidemos a los jóvenes, quiénes encontrándose en comunidad se hicieron maestros en el acto, acompañando a sus hermanitos, familiares y vecinos que acudían a ellos desesperados porque no podían seguir los programas de televisión y radio ni comprender las instrucciones. En esas juventudes se apoyó en ansiado acompañamiento pedagógico que tanta falta hace en el día a día.
Con admiración, dejo este último párrafo para honrar a las y los maestros de la educación superior, que en dos semestres académicos laboraron el triple de lo común, haciendo de sus hogares laboratorio de innovación para la enseñanza y que merecieron carteles, aplausos y palabras de agradecimiento al abrirse las cámaras de las pantallas de sus estudiantes o a través del chat en las últimas sesiones de clase virtual. Cansados pero satisfechos nos queda abrazaros habiendo afianzado nuestra vocación ¡Feliz navidad queridas y queridos colegas!
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Sobre el autor:
Rossana Mendoza Zapata
Docente de la Escuela de Educación de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya