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23 noviembre, 2020

[Artículo RPP] Ricardo Falla: Humanismo y política, primeras lecciones de la Primavera de Noviembre

La condición humana se manifiesta en múltiples situaciones. En la creación, en la creencia, en la producción y, claramente, en la relación con los demás, en el vínculo con nuestros congéneres. ¿De qué modo nos humaniza la política? Examinemos está condición a partir de la experiencia peruana.

¿Qué sería de nosotros si no pudiéramos ejercer nuestra dimensiones creativas o productivas? Sin duda, perderíamos una parte importante de lo que somos. De ahí, que las sociedades hemos creado las condiciones objetivas para realizarnos en la creación y la producción. Pero hay un ámbito, tan significativo como los que hemos señalado líneas arriba, que tiene que ver con las posibilidades de participación en la vida común. Ese es el espacio de lo político. Ahí aprendemos a convivir con los otros, con los que están más allá de lo doméstico. Así, descubrimos la experiencia del extrañamiento fuera del círculo familiar y amical y nos confrontamos con la diversidad. Comprobamos, en la experiencia, que existen otros como nosotros, que provienen de otras familias, de otras localidades y, en un radio mayor, de otras culturas y sociedades.

Al situarnos ante la diversidad, tendemos a creer que nuestra forma particular de ser, nuestras formas privadas de entender la vida, son las únicas. Quizás, por eso, nos inclinamos a afirmar a aquello que nos identifica, sobre todo, cuando nos situamos ante la complejidad y variabilidad del mundo social. Creemos que aquello que somos, es exclusivo y, de manera deliberada o no, se transforma en excluyente.

Sin embargo, una experiencia de mayor crecimiento humano, se produce cuando debemos superar la identificaciones particulares y locales, y nos vemos obligados a instalarnos sobre marcos más amplios de relaciones humanas. Es ahí cuando nos convertimos en ciudadanos y dejamos nuestros ropajes de hijos, padres, hermanos, conyugues, amigos, etc.  Al ser ciudadanos, se nos abre un nuevo mundo. Sin duda, más complejo y lleno de conflictos, porque no todos piensan como nosotros y no todos persiguen las mismas metas.

En ese nuevo escenario, a unos les cuesta más adaptarse al hecho de situarse en la diversidad de lo social y se resisten enfáticamente a salir de la esfera doméstica. Otros, en cambio, deciden ingresar al mundo complejo de la polis, experimentando un segundo nacimiento: el nacimiento a la ciudadanía. Una vez iniciado el camino a la ciudadanía plena, descubrimos los asuntos públicos, la res publica, y los problemas que se derivan del hecho de vivir en sociedad. Estas cuestiones comunes, nos obligan a ilustrarnos, sobre todo para comprender qué es lo importante y qué es lo accesorio para nuestra comunidad cívica. Así, la vida política nos llama al conocimiento y a reconocer los usos argumentales y lógicos de la razón. Por ello, en la condición del ciudadano, llegamos a realizarnos como seres políticos, una de las dimensiones de nuestra humanidad.

Estos días, para muchos, ha significado el nacimiento en lo político, un segundo nacimiento, el que sigue al nacimiento natural. Al verse confrontados ante un problema complejo y profundo en los asuntos públicos de nuestro país, se ven llamados a participar de diversas maneras en la vida política. Y, al mismo tiempo, buscar entender qué está ocurriendo, cuáles son sus causas y qué consecuencias tendrá la crisis de régimen que experimentamos. Esas preguntas, movilizan la inteligencia, el debate y la necesidad de leer más allá de evidente.

La política, en un dimensión epistémica y ética, nos humaniza. Potencia nuestra curiosidad racional para comprender las intenciones humanas en el marco de conflictos mayores. Y nos exige un aprendizaje necesario para construir una identidad republicana, que supere las otras identidades particulares. Pues se trata de un esfuerzo moral que limite los intereses de grupales e individuales en pos de un bien común.

Esta crisis ha sido un intenso aprendizaje en los asuntos públicos para los jóvenes que han aceptado nacer como ciudadanos. Y, para los mayores, el recordatorio que la ciudadanía, al ser ejercida, se rejuvenece y sigue aprendiendo de su propia experiencia.

 

Lea la columna del autor todos los lunes en Rpp.pe

Sobre el autor:

Ricardo L. Falla Carrillo

Jefe del Departamento de Filosofía y Teología de la UARM

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