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27 octubre, 2020

[Artículo RPP] Ricardo L. Falla: Entre las ciencias y las humanidades

Es equivocado considerar que las ciencias y las humanidades constituyen dos continentes académicos contrarios. Lejos del fácil prejuicio, descubrimos que se complementan para ofrecernos una visión unificada del conocimiento.

“El cosmos es todo lo que es, todo lo que fue y todo lo que será. Nuestras más ligeras contemplaciones del cosmos nos hacen estremecer”. Este es, probablemente, uno de los más bellos inicios de un libro de astronomía, “Cosmos: un viaje personal”, y se lo debemos a un hombre imprescindible, Carl Sagan, cuya autoridad científica está fuera de toda duda y que hizo que millones de niños y de jóvenes nos tocara una curiosidad por casi todo lo que nos rodea.

La eficacia y contundencia de Carl Sagan se debía a la inmensidad de su formación. La misma que se podía advertir en sus libros, donde se evidenciaban sus conocimientos físicos, cosmológicos y exobiológicos. Pero, también, su amplio saber histórico, filosófico, religioso y literario. Todo ello, unido a su interés por la música de los grandes compositores. Por ejemplo, en la versión televisiva de “Cosmos”, se podían escuchar obras de Vivaldi, de Bach, de Mozart e, incluso, de Pink Floyd. Basta pensar en el nombre de uno de sus capítulos para encontrarnos con la feliz unión entre ciencia y humanismo: “una voz en la fuga cósmica”. Es decir, Bach y el cosmos.

Otros de los científicos que se movía con una comodidad asombrosa entre las ciencias y las humanidades fue el nobel de física Erwin Schrödinger (si, el mismo del célebre “gato de Schrödinger”). Schrödinger no sólo tuvo importantes contribuciones en “mecánica cuántica” y en la intersección entre física y biología (“¿Qué es la vida?”, no solo es un libro impresionante, además, es hermoso). También se aventuró en la historia de la ciencia ofreciendo importantes contribuciones en el estudio de la física de los antiguos griegos. “La naturaleza y los griegos” de Schrödinger es una lectura complementaria a cualquier historia que quiera acceder al origen de la ciencia.

Algo olvidado, pero no menos importante, fue el químico alemán Jost Herbig. Herbig publicó varios libros de divulgación científica, destacándose su ambicioso volumen “La evolución del conocimiento”, donde hizo notorio su interés sobre las condiciones sociales y culturales que propiciaron el origen del conocimiento racional en el mundo clásico y su progreso posterior. Y, desde el otro lado del espectro del saber, el historiador inglés Benjamín Farrington, elaboró una de las historias más interesantes sobre el origen y evolución de la ciencia y de la tecnología que se puede encontrar, en libros como “Ciencia griega” o en “Francis Bacon, el filósofo de la revolución industrial”. Y no olvidemos que Geymonat, Basalla, Koyre, entre otros, anduvieron entre las tierras de las ciencias y las humanidades.

En la historia intelectual de nuestro país, hay que recordar a varios autores que conjugaron el cultivo de las ciencias con los saberes humanísticos. Por ejemplo, durante el virreinato, tenemos el célebre caso de Pedro Peralta Barnuevo, astrónomo, matemático, poeta y político. También, el ejemplo de Federico Villareal, matemático, ingeniero y lingüista. Y, en tiempos más cercanos, el filósofo Francisco Miro Quesada, que cultivó con solvencia la lógica y la matemática. Ni qué decir del apreciable grupo de actuales físicos, matemáticos, entre otros, con los que se puede mantener un fructífero diálogo sobre ciencia, filosofía, incluso, sobre literatura y música. Ejemplos concretos de la intersección entre ciencia y humanidades en el Perú.

¿Por qué se produce el encuentro entre ciencias y humanidades? Porque la misma pasión por entender que mueve al historiador, al literato, al filósofo, también conmueve al astrónomo, al físico, al matemático y al biólogo. El asombro integral que expresó con magistral inteligencia Kant, la ley moral en mí, la noche estrellada sobre mí, nos envuelve a científicos y humanistas. No olvidemos que ambas culturas académicas descendemos del mismo “milagro” que aconteció en Jonia hace 2600 años.

 

Lea la columna del autor todos los lunes en Rpp.pe

Sobre el autor:

Ricardo L. Falla Carrillo

Jefe del Departamento de Filosofía y Teología de la UARM

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