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24 abril, 2025

[Artículo] Rafael Fernández Hart SJ: Un Papa más allá de la Iglesia

La larga experiencia pastoral del Papa Francisco ha sido central y definió su pontificado. Lo que decía nacía de su experiencia espiritual y pastoral, es decir, de un contacto directo con las necesidades, privaciones, sufrimientos y alegrías de grandes mayorías postergadas.

Aunque el inventario de temas que el Papa puso en la agenda es muy extensa podemos mencionar los siguientes: 1. Una Iglesia sinodal. Al respecto, teólogos de primera línea han explicado que la sinodalidad no es una concesión del Papa Francisco, sino que constituye un elemento inherente a la identidad de la Iglesia. Sin dejar de ser jerárquica, la Iglesia del Concilio Vaticano II enseñó a escuchar a todos para poder discernir mejor su futuro; 2. Sus escritos y dichos sobre la justicia social y ambiental. El cuidado por los más sencillos y vulnerables es una preocupación permanente de la Biblia y del Magisterio de la Iglesia como lo ha hecho notar y no pocas veces el Papa Francisco ; 3. Su reforma de la curia vaticana, en particular, lo relativo al llamado Banco Vaticano. Al iniciar su pontificado, el Papa encontró cosas muy raras y hasta lavado de dinero. El tema era terrible. Francisco puso orden y sometió a la justicia incluso a clérigos que habían delinquido sacando ventaja de su posición.

Un Papa de reformas

Algunos se han apurado en señalar el carácter revolucionario del Papa Francisco. En todo caso, desde que Francisco empezó su pontificado ha sido un pastor del Evangelio y del Concilio Vaticano II. Lo que ocurre es que, sobre todo en la Iglesia latinoamericana, hubo un movimiento explícitamente en contra del Concilio en cuyos documentos preparatorios ya se mencionaba la “Iglesia de los pobres”. El pobre no es solo quien carece de medios, sino especialmente aquel que por su condición deposita toda su confianza en Dios. El Concilio inauguró la Iglesia “Pueblo de Dios”, la Iglesia del sacerdocio común y del diálogo interreligioso. Y en efecto, la teología de la liberación (TL) fue la manera como Latinoamérica se apropió del Concilio. Es la única época de nuestra historia en que hubo un pensamiento teológico propio. Hay que señalar que la TL nunca fue condenada, pero sí invitada a corregirse. Pero, al menos, durante su desarrollo había un pensamiento teológico. Hoy, en nuestro continente, tenemos una Iglesia sin fuerza teológica, una Iglesia ingenua y muy pobre académicamente. Una Iglesia que no piensa está condenada a desaparecer. El Papa Francisco ha representado una importantísima oxigenación, pero ya no solo del Perú, sino de la Iglesia Universal.

Un Papa jesuita y latinoamericano

Que el Papa Francisco haya sido jesuita debería ser anecdótico porque los jesuitas tenemos un voto explícito de no aceptar “dignidades eclesiásticas” como el ser obispos, arzobispos o cardenales. Con todo, y en contra de nuestro voto, siempre hubo jesuitas que por una necesidad superior terminaron por ser nombrados cardenales y que, por lo tanto, formaron parte del colegio cardenalicio. Dudo que haya otro jesuita como Papa en un futuro cercano. El  mismo Francisco, cuando fue elevado Papa y saludó a la gente en la Plaza San Pedro, dijo sonriendo que los Cardenales habían buscado un Papa en un extremo del mundo. Pero fue un signo de ruptura. Ello era y es representativo de una Iglesia que está en movimiento y cuyo centro ya no era solo Europa. A Europa le ha costado mucho trabajo dejar de ser eurocéntrica, y este gesto fue también evangélico. Dios elige con criterios que no siguen lo aparente; es decir, los gestos de fuerza o de poder. Estos últimos nos llevan a la muerte, y la Iglesia, a pesar de sus metidas de pata, quiere comunicar vida.

Un Papa más allá de la Iglesia

Muchas personas, y en diferentes lugares del mundo, habían perdido la esperanza en la Iglesia católica porque parecía solo imponer reglas, sin entender la vida de las personas de a pie. La larga experiencia pastoral del Papa Francisco ha sido central. Lo que decía nacía de su experiencia espiritual y pastoral, quiero decir, de un contacto directo con las necesidades, privaciones, sufrimientos y alegrías de grandes mayorías postergadas. Cuando la Iglesia solo sabe presentarse a los demás como una organización llena de reglas, ahoga el deseo y hace evidente que es ajena a la vida cotidiana. Obviamente hay no negociables como la defensa de la vida, pero no son pocos los temas en que la ciencias humanas actuales nos han ayudado a entender mucho mejor la psicología y espiritualidad de las personas. El Papa Francisco era un hombre de nuestro tiempo, leía, escuchaba y sabía lo que pasaba en el mundo. No tiene ningún sentido hablar del más allá, si no hay un verdadero compromiso con el más acá; ese es el evangelio de Jesucristo y ese ha sido el mensaje reforzado por Francisco.

Misericordia y rigor

El Papa Francisco prometió que no tendría tolerancia con relación a los abusos sexuales en la Iglesia, máxime cuando se trata de clérigos o de personas “de Iglesia” que están llamados enseñar con una vida coherente. Ha sido consecuente y tenaz en cortar con los abusos como ningún Papa antes; pero sobre todo, y otra vez, ha sido un pastor que se ha dado el tiempo de escuchar a las víctimas. ¿Cómo no ponerse del lado de las víctimas? Quien diga lo contrario, falta a la verdad. El Papa Francisco no solo ha desarrollado una política de la sanción, sino que ha creado una cultura del cuidado y de la protección de los espacios sanos y seguros. Seguro que todavía hay mucho que hacer, pero ha cumplido ampliamente con su deber. Antes hablé de una Iglesia que no pensaba teológicamente y me temo que ello se ha debido también a instituciones y/o personalidades con influjo en nuestro país que se han ocupado de promover una Iglesia de autómatas (“el que obedece no se equivoca”) y que ha generado personas incapaces de ejercer su libertad, su discernimiento y de saberse creyentes y católicos. Ese ha sido el caldo de cultivo para que algunas autoridades ejerzan una autoridad sin medida y sin cuidado de la persona. Eso no puede ser la Iglesia. Francisco ha promovido una Iglesia de personas libres, es decir con agencia en sus vidas. No queremos una Iglesia de idiotas.

Un líder para el siglo XXI

El Papa Francisco enseñó que no debemos temer que haya movimiento de tendencias. Me atrevería a decir que incluso propiciaba ese movimiento entre la diversidad de inclinaciones. Esa alternancia no es un problema. El problema es la intolerancia entre las posiciones y que éstas se radicalicen en los extremos. Por ejemplo, algunas tendencias autocalificadas como conservadoras cuestionaban abiertamente al Papa Francisco. Eso es llamativo porque solo muestra la incapacidad para abrirse a otros discursos. El Papa Francisco ha puesto en evidencia una voluntad de renovar la Iglesia con el único fin de fortalecerla. Decir que no es ortodoxo o que es comunista habla más de quienes lo etiquetan que del mismo Francisco. Con todo, sería ideal que un sucesor de Francisco pudiera fortalecer el estilo de una Iglesia en salida, que no teme ponerse en las periferias existenciales y que ofrece un testimonio creíble de una vida feliz de entregarse a los demás.

Un Papa memorable

Todos los Papas que hemos conocido en las últimas décadas han tenido algo memorable. Pero ninguno ha tenido la libertad de espíritu de Francisco:

  • Salió del molde. Percibió rápidamente que dejar ciertas formas como la vestimenta tradicional no mermaban su autoridad como jefe de la Iglesia.
  • Era espontáneo. Tenía gestos disruptivos que complicaban a su seguridad, pero con ellos expresaba que el evangelio es vida y se inventa todos los días.
  • Era coherente. Su convicción de que la pobreza es la mejor herramienta de evangelización lo ha llevado a ser un Papa pobre. Esa es la fortaleza del evangelio y de la Iglesia.
  • Dialogaba con el mundo. Para el Papa Francisco no había tema tabú. Por ello invitaba a discernir temáticas como el celibato de los sacerdotes o el diaconado de las mujeres. Lo mismo puede, o debe decirse, con relación a temas que conciernen la moral sexual. Frente a una Iglesia un poquito mojigata y obsesionada con la sexualidad, el Papa Francisco ha estado siempre dispuesto a devolver la libertad de conciencia a los creyentes. Y eso es el evangelio puro y duro: Jesús nunca habló de sexualidad. Por algo tendría ese modo de proceder nada menos que el Hijo de Dios ¿Significa ello promover la promiscuidad o el libertinaje? Obviamente que no. Promoverlo atentaría contra el sano ejercicio de nuestra vida en la que el otro debe ser siempre un fin y nunca un medio.

 

Sobre el autor:

Rafael Fernández Hart, SJ.

Rector de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya

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