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28 enero, 2020

[Artículo RPP] Ricardo L. Falla: El sonido y la furia. Beethoven, 250 años de su nacimiento

Basta ver cualquier agenda de conciertos de música académica de los cinco continentes, para advertir que se han programado obras de Beethoven (1770- 1827) con miras a ser interpretadas. La razón no es desconocida. Este 2020 se cumplen 250 años del nacimiento del gran compositor alemán.

Emil Cioran, pensador y melómano impenitente, consideró que Beethoven- al introducir los cambios de humor en la música- la había viciado, dejando entrar, incluso, a la ira. No era para menos. Poco después de cumplir los treinta años, el gran compositor alemán anunció a sus hermanos su firme decisión de poner fin a sus días. Así, en el célebre Testamento de Heiligenstadt (1802), Beethoven hizo evidente la desesperación que le ocasionaba el aumento sostenido de la sordera y cómo esta situación lo llevaba a encerrarse en sí mismo y a prescindir de cualquier contacto humano.

Para un compositor, la pérdida de la audición es probablemente la mayor tragedia. Sin embargo, Beethoven pudo superar el estado de desesperanza que le ocasionó la sordera. E inició su momento de mayor producción musical. Justamente, en el periodo que va desde 1799 a 1812, es cuando el compositor revoluciona gran parte de las formas musicales y crea las condiciones sonoras para el romanticismo musical. Al transformar a la música en un vehículo de su autoexpresión, le insertó de manera abierta sus sentimientos, incluidos la ira y la tristeza.

Beethoven fue el puente entre clasicismo y romanticismo y el primer compositor abiertamente moderno pues introdujo la subjetividad en la música. Y, al mismo tiempo, la necesidad de ajustar la forma a los requerimientos sentimentales e intelectuales del compositor. La música, en términos románticos, es un medio para expresar la subjetividad del artista. Así, el romanticismo musical del siglo XIX (Chopin, Schumann, Liszt, Mendelssohn, Wagner, Brahms, Saint- Sëans, Tchaikovski, Smetana, Dvorak, Mahler, etc.), en sus diversas manifestaciones, acusó recibo del legado beethoveniano.

Por estas razones y otras, se puede mirar el interior de Beethoven al escuchar gran parte de sus composiciones. Asistir a los conflictos y las luchas apasionadas de su interior. Pero también descubrir su enorme capacidad para contemplar la naturaleza y la vida con un asombro cósmico. En Beethoven hay emoción por todo lo que nos rodea: los bosques, el mar, las estrellas, etc. Igualmente, por la historia humana y las diversas maneras cómo se manifiesta lo humano. En ese sentido, Beethoven fue el primer compositor que articula las ideas y los sentimientos en un proyecto estético. Y en pos de esa intensión, abrir nuevos caminos.

En el catálogo de las obras de Beethoven se distinguen sus nueve sinfonías (que incluye la coral, “Una oda a la alegría”), sus cinco conciertos para piano y su único para violín.   Asimismo, varios cuartetos para cuerdas, sobre todo los últimos ocho. También las sonatas para piano y violín y, sin duda, sus monumentales 32 sonatas para piano (que incluyen: “Patética”, “Claro de Luna”, “Appassionata”, “Tempestad”, “Walstein”, “Hamnerklavier”).  Amén de su “Misa Solemnis” y su ópera “Fidelio”.  

Por estas razones, invitamos a descubrir o redescubrir el legado de uno de los mayores compositores de la historia. Aprender a reconocer que hay otras sensibilidades estéticas diferentes a la nuestra. Y a disfrutar, desde el asombro, el ejercicio creador de un ser humano particularmente dotado. 

 

Lea la columna del autor todos los lunes en Rpp.pe

Sobre el autor:

Ricardo L. Falla Carrillo

Jefe del Departamento de Filosofía y Teología de la UARM

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