¿Es posible concebir la vida universitaria sin investigación? ¿Qué se debería hacer, fundamentalmente, en una universidad? ¿Podemos aspirar a ser una sociedad del conocimiento exponencial sin el fomento de la investigación? Aquí, algunos alcances.
A la universidad se viene a investigar. Ciertamente, también acudimos a enseñar y a estudiar una profesión que se ejercerá en el espacio público. Pero, sobre todo, venimos a la universidad a investigar. Y lo hacemos para distintos fines y niveles. Por ejemplo, hay un tipo de investigación –muy importante– que se realiza a fin de preparar un curso universitario. Buscamos la bibliografía más adecuada para elaborar el silabo, atendiendo al nivel en el que vamos a realizar nuestra labor docente. Esta indagación es estimulante porque actualizamos, clasificamos y cotejamos nuestros materiales de trabajo. ¿Cuántas veces hemos estado hurgando en base de datos, en bibliotecas, librerías, los textos y los artículos que ofreceremos a nuestros alumnos? Esta experiencia es claramente inspiradora.
Según sea el caso, profesores o alumnos, nuestra investigación estará orientada a elaborar tesis, libros, artículos, monografías, ensayos, ponencias, entre otros textos académicos, tomando en cuenta el campo del conocimiento en el que nos desenvolvemos. Por ejemplo, unos buscarán información en el análisis de la naturaleza. Otros, lograrán saberes desde el estudio de la sociedad y de la cultura. Algunos, indagarán conocimientos en textos de diversos orígenes. Y, finalmente, otros deducirán saberes en abstracciones simbólicas y algorítmicas. Como es evidente, esta variedad hace tan estimulante el mundo de la ciencia, convenientemente cobijada en el ámbito universitario.
Debido a esta diversidad de ámbitos del saber, es fácil observar que existe una investigación aplicada y una investigación teórica o pura. Nuestra experiencia nos hace ver que ambas orientaciones son necesarias. Asimismo, la historia de las ciencias nos demuestra que, con frecuencia, ambas orientaciones se han influenciado mutuamente. De modo que es imperativo enfatizar que tanto las ciencias técnico-aplicadas como las teórico-discursivas son igualmente importantes.
Ya sea en un laboratorio, en la exploración de campo (natural o social) o en la sala de lectura de una biblioteca, es realmente inspirador observar hombres y mujeres de diversas edades, investigando para obtener nuevos saberes o producir nuevos conocimientos. Estas mentes alertas, imbuidas en el eros epistemológico realizan plenamente una de las dimensiones de la condición humana: el ser racionales.
Por ello, es imperativo que los jóvenes universitarios sean conscientes que a la universidad se viene desde el primer día a investigar, tanto para aprender lo que en cada curso se ofrece (fruto de la investigación y de la reflexión del docente), como para producir un nuevo conocimiento en la tesis de grado y de postgrado. Pensemos – por un momento- qué gratificante es darse cuenta que hemos contribuido, en menor o en mayor medida, a la generación del saber en nuestro país.
La universidad es un gran centro de investigación. En ese espacio se juega el futuro de nuestro país. Asumir esta convicción es la que garantizará nuestra propia continuidad en el tiempo como una comunidad política. De este modo: investiguemos.
Lea la columna del autor todos los lunes en Rpp.pe
Sobre el autor:
Ricardo L. Falla Carrillo
Jefe del Departamento de Filosofía y Teología de la UARM