Los seres humanos creamos nociones que volvemos “constructos” que nos gobiernan, en función de los cuales organizamos nuestra vida. Eso hemos hecho con la economía, el mercado, la tecnología, los estándares de calidad, entre otros. Bajo esa perspectiva, sin dejar las razones históricas, sociológicas y biológicas, podemos revisar los estereotipos de género. Y es que nuestras culturas y el fundamentalismo de algunas religiones nos han encasillado en roles que nos están haciendo mucho daño, daño de muerte: feminicidio y acoso sexual.
En Perú, diez mujeres son asesinadas cada mes, en América Latina; doce cada día. A estas cifras de terror se agrega que, según la ONU Mujeres, 4,5 millones de niñas y mujeres en el mundo son víctimas de explotación sexual y 2,600 millones viven en países donde la violación dentro del matrimonio no está penalizada. La campaña Me too que dio la vuelta al mundo mostró que las mujeres, cotidianamente, son acechadas, chantajeadas o violentadas por algún compañero de trabajo o jefe. Y la liberación de miembros de “La Manada”, condenados por abusar en grupo de una joven en las fiestas de San Fermín en Pamplona, reveló el difícil camino de la justicia y la falta de formación judicial sobre violencia de género y sexual.
A la ineficiencia de las leyes se suman otros grandes problemas sociales, injusticias y desigualdad: trata de personas, explotación sexual, menor grado de estudios, menor sueldo, menor acceso a cargos públicos, hasta la influencia nefasta de grupos fundamentalistas. Esto lleva a la peligrosa naturalización y el “negacionismo”. La cultura machista es tan profunda que hasta las propias mujeres la aceptan y los varones lo minimizan o niegan, en ambos casos, y en su mayoría, sin tener conciencia de ello. Este es el gran muro que frena los cambios urgentes, de vida o de muerte, que se deben hacer.
Si bien el Estado tiene una responsabilidad directa, en Educación tenemos una cuota inmensa de posibilidades en nuestras manos. El cambio principal es cultural y así como la mujer tiene que empoderarse, el varón debe reconstruir el significado de su identidad y el contenido de la masculinidad. Y eso pasa por aprender nuevos códigos de relación entre géneros, nuevas expresiones y manifestaciones del cortejo y de la relación de pareja, sin dependencias ni posesiones enfermizas. En esto, la familia y la escuela, tienen una tarea imprescindible.
El 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la violencia contra la mujer, el MIDIS y la Unión Europea, invitaron a comprometerse a diversos sectores. Las universidades suscribimos estos importantes compromisos: Generar evidencia y difundir indicadores sobre la presencia de mujeres en puestos de decisión y plazas permanentes en universidades y compartir buenas prácticas desarrolladas en términos de normatividad, prevención y atención. No es solo educar y prevenir, sino vivir este importante cambio en nuestra propia gestión institucional.
Artículo publicado en el diario El Peruano el 03/12/2018
Sobre el autor:
LMirtha Villanueva
Jefa de la Oficina de Tutorias de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya