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28 junio, 2019

[Artículo] Adriana Urrutia: Nosotros los (politólogos) amorfos

          ¿Qué es la política? En el Perú de hoy, ¿a qué hace alusión esa palabra? ¿qué significa para nosotros? ¿es lo que ocurre en el hemiciclo del Congreso? ¿son las tímidas acciones para llevar adelante una campaña política? ¿son las consecuencias de las investigaciones judiciales? Es decir, ¿que nadie que haya sido autoridad en el pasado reciente, quede en pie?

De todo lo anterior podemos decir que la palabra adopta tantos significados como formas de manifestarse tiene el ejercicio del poder. No sabemos a qué nos referimos porque hacer política implica demasiadas cosas.

Entonces ¿Se imaginan poner esa palabra de adjetivo, colocarla después de la palabra “ciencia” y pretender construir una disciplina? Es lógico preguntarse ¿Qué es la Ciencia Política? Y aún más ¿A qué hacemos referencia cuando hablamos de ciencia política nacional?

Quienes nos decimos politólogas y politólogos, hemos intentado plantear una serie de respuestas que son expuestas en coloquios, seminarios, congresos y en nuestras clases. Sobre todo, en nuestras clases, para tranquilizar a los estudiantes y decirles: “Sí, hay futuro”. Pero somos amorfos y tenemos que reconocerlo. No tenemos forma clara, carecemos de carácter propio.

La semana pasada, el Congreso aprobó un proyecto de ley que en teoría parecía haber resuelto todo lo que angustia a los amorfos en formación: 1) Existiríamos para la opinión pública nacional, 2) Quedaría claro a qué nos dedicamos y 3) Tendríamos claro cómo conseguir trabajo.

Sin embargo, la aprobación del proyecto de ley generó polémica y oposición. Suscitó desacuerdo porque le daba la espalda a tres grandes principios en los que cree todo aquel que, de manera idealista, decide estudiar Ciencia Política.

1. El debate democrático: El proyecto para opinión solo fue consultado a 4 de las 8 universidades que enseñan Ciencia Política. Al parecer, solo la universidad San Marcos habría respondido (página 5 del dictamen de la ley). No existió la opinión de las 4 escuelas que no fueron consultadas, no existió la voz de los egresados y no existió la voz de quienes decidieron hacer su posgrado en ciencia política. Al omitir estas voces, no se dio pie a mostrar lo diversa que es la disciplina.

2. La necesidad de generar mecanismos representativos: Si como población creemos en la representación es porque confiamos en que el poder se puede delegar en personas que representan más o mejor al colectivo. La ley, tal como se plantea a la fecha, pretende que la Comisión Organizadora sólo esté compuesta por universidades ubicadas en la ciudad de Lima.

La disciplina ha analizado ampliamente la palabra “descentralización” y aquí, no parecía hacerse eco de la evidencia que señala el relego de espacios importantes de pensamiento en regiones.

3. La necesidad de entender el gobierno desde las acciones que implementa: Hay una rama de la Ciencia Política que analiza las políticas públicas y busca entender lo que hace el Estado, las políticas públicas, desde lo que hace en concreto por la gente. En el proyecto de ley no queda claro en lo absoluto qué gana un politólogo al colegiarse. Lo que queda claro es qué gana el Colegio.

Los amorfos, que creíamos en ciertos principios utópicos e idealistas, volvimos a verlos desvanecerse en la práctica, volvimos a darnos con la evidencia de que somos amorfos porque somos incipientes.

La escuela con más años de enseñanza en el país, la escuela de la Universidad Nacional Federico Villareal acaba de pasar a la adultez el año pasado al cumplir treinta años. Las demás recién celebrarán, a lo mucho, su quinceañero. Y esta juventud dice mucho porque aún no logramos resolver ciertos debates: ¿Cuáles son las competencias específicas de un politólogo? ¿Qué lo hace necesario para un espacio laboral? ¿A qué se han dedicado los politólogos antes que él? ¿Qué servicios ofrece? ¿De qué se hace responsable? En la Escuela de Ciencia Política de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya, de cada 10 egresados, 3 trabajan en el Estado, 2 en organismos internacionales, 2 son independientes, 2 en el sector privado y 1 en comunicaciones, nos dedicamos a todo. No tenemos más “expertise” que saber de todo un poco.

La ley no incorpora la juventud de la profesión ni apuesta por ella. No busca acompañar a los jóvenes en el desarrollo de su carrera, ni formalizar espacios de investigación y generar debates de ideas. La ley busca restringir el ejercicio de la profesión a politólogos titulados (ignorando la problemática referida a la elaboración de tesis de licenciatura por parte de los estudiantes), con formación en pregrado en ciencia política y colegiados. Queda claro que la ley actual establece limitaciones y no potencia lo ya avanzado. 

Lo que nos ha sucedido a nosotros, los amorfos, es que nos sorprendimos al ver que la política se metió a la Ciencia Política. Cuando aquello que analizamos, tomó nuestro campo de estudio y quiso determinar un “monopolio de la profesión legítima”. Cuando se buscó diseñar una herramienta para crear un nuevo poder. Cuando se trató de excluir, de poner fronteras, de gobernar a nuestras costas. A pesar de que el debate tenga varios años, la propuesta solo generó reacciones posteriores una vez que el proyecto fue ley.

Pero nada está perdido. Cómo buenos politólogos, son los amorfos más jóvenes, los estudiantes y recién egresados, los que se han movilizado, los que están abriendo el debate, los que, con sus acciones, en las asambleas que han sido convocadas, rompen viejas fronteras (universidades públicas vs privadas, Lima vs provincias, grandes vs pequeñas y antiguas vs. nuevas) para que volvamos a creer que nuestra disciplina tiene el deber de pensar cómo vivimos mejor en colectividad, creando ellos mismos esa colectividad. El debate posterior a esta propuesta de esta ley es una oportunidad para respondernos viejas preguntas y plantear debates, pero que sobre todo deben ser realizados desde distintos espacios que garanticen las diferencias. Ese será nuestro aporte al país. Una ciencia plural que permita contribuir al gobierno de la diversidad.

 

Artículo publicado en el portal web Noticias Ser

 

Sobre el autor:

Adriana Urrutia

Directora de la Escuela de Ciencia Política de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya

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