Estamos aún en la estela de la visita de Francisco. Una visita que continuó, incluso cuando ya había partido de Lima, en la entrevista que ofreció en el avión de retorno a Roma y en la cual se refirió a temas sensibles no tocados durante su estancia en el país.
El pueblo peruano se volcó hacia Francisco. Como indicó el nuncio Nicola Girasoli: “el Perú ha entrado en el corazón del Papa y él en el corazón del Perú”. Se calcula que alrededor de 3 millones y medio de personas (más del 10 % de la población peruana) le acompañaron en las calles o en los diversos eventos. Probablemente un grupo aún mayor lo siguió también por los medios de comunicación. Es inobjetable, a ojos incluso de los alejados de la Iglesia, que hay una potente fuerza religiosa en este país “ensantado”.
Si bien hubo algunos temas que se quedaron en el tintero, hay que reconocer, sin embargo, que Francisco, en solo tres días y medio, ha recordado, con coraje y osadía, los temas claves de la agenda nacional que, en general, son esquivados por las autoridades e invisibilizados por muchos medios de comunicación.
En Puerto Maldonado habló del neoextractivismo, el falso conservacionismo, la minería ilegal y la trata de personas que, según el papa, es el modo eufemístico de hablar de la esclavitud. Ante esta situación, recordó la opción primordial por la vida de los más indefensos, habló de la Amazonía como la reserva cultural a preservar de los nuevos colonialismos y urgió la necesidad de una educación intercultural y bilingüe, “prioridad y compromiso del Estado”.
En Trujillo, aludiendo a los huaicos que asolaron la costa norte, habló de las “otras tormentas”: violencia organizada, como el sicariato y la consiguiente inseguridad; la falta de oportunidades educativas y laborales para los jóvenes; la ausencia de techo seguro para las familias forzadas a vivir en zonas de alta inestabilidad. Teniendo delante más de cuarenta imágenes religiosas -muchas de ellas advocaciones marianas- Francisco mencionó la “plaga” del feminicidio y otras situaciones de violencia silenciadas “detrás de las paredes”.
En Lima, delante de las autoridades de todas las tiendas partidarias, volvió sobre algunos de estos temas, pero centró su atención en la corrupción, a la que calificó como “flagelo”, “virus social” y “otra forma de degradación ambiental”. Es interesante notar la evolución del lema inicial: “Unidos por la esperanza”. En la Plaza de Armas llamó a permanecer “unidos para defender la esperanza”. Al final, el lema se convirtió en arenga: “no dejen que les roben la esperanza”. La esperanza quedó así vinculada a la lucha contra el robo, otro modo de referirse a la corrupción.
Finalmente, Francisco nos señaló una meta: “el Perú es un espacio de esperanza y oportunidad pero para todos, no para unos pocos”. Un Perú “que tenga espacio para ´todas las sangres´ (Arguedas) en el que pueda realizarse ´la promesa de la vida peruana´ (Basadre)”. Tomemos nota.
Artículo publicado en El Peruano el 29 de enero de 2018
Sobre el autor:
Ernesto Cavassa, SJ.
Rector de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya