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6 mayo, 2021

[Artículo] Franklin Cornejo: Una agenda común contra la fragmentación política

 Luego del voto del 11 de abril en Perú, es urgente iniciar una política real, donde lo necesario sea encontrar consensos para gobernar con legitimidad en el poder. Aquí las formas y las posturas serán determinantes en el discurso público para dirigirse a la ciudadanía, y garantizarle gobernabilidad. 

En el fondo es un tema de voluntad política para mirar (y escuchar) a todo el país desde el microempresario, el vendedor del mercado hasta el campesino de la zona rural, también al desempleado, el que ha perdido un ser querido con la pandemia, las personas que han regresado a sus pueblos, las personas que tienen cuentas por pagar y los que han cerrado las puertas de sus negocios por falta de clientes, los jóvenes que han dejado la universidad, y los padres de los niños que no tienen internet ni energía eléctrica en sus casas para que sus hijos sigan las clases escolares, las familias que están esperando una cama UCI para sus seres queridos, miles de personas sin comida organizadas en ollas comunes con escasos recursos, entre otros. Todos ellos no son solamente agentes económicos, sino también ciudadanos; con la pandemia tienen demandas, necesidades y buscan soluciones a corto plazo.

Perú Libre y Fuerza Popular requieren buscar centros de encuentro frente a la ausencia del estado, la crisis política y la pandemia que vive el país. Ambos grupos políticos han alcanzado las preferencias de los electores, pero no representan a la mayoría, por eso la moderación del discurso debe permanecer y durar más allá de la segunda vuelta. El que gane gobernará para todo el país, no solamente para sus electores.

La presencia de Castillo y Fujimori representa la irrupción de una minoría política fragmentada, que ha logrado la cohesión de sus bases y el voto duro entre sus núcleos de seguidores. La primera vuelta confirma que no hay una representación política fuerte, y que las posturas políticas orientadas hacia los extremos son problemáticas para la gobernabilidad del país. 

Hay que llevar la cultura del diálogo y de la co-gobernabilidad a las dos primeras fuerzas de la primera vuelta, presentarles la necesidad de una sinergia (con la sociedad civil y las instituciones de justicia), hacerles recapacitar y hacer compromisos (o pactos de gobernabilidad) para que no se repita la colisión de poderes entre el ejecutivo y legislativo, y que se haga justicia contra los funcionarios corruptos.

¿En este escenario, qué es lo que sostiene a la democracia peruana? Sin duda, la movilización social, las marchas y las protestas callejeras son esas voces que surgen cuando todo parece volar por los aires. Las marchas en los último años han despertado la conciencia ciudadana para evitar los autoritarismos y las maniobras políticas a favor de la corrupción. La movilización social es la práctica social colectiva que nos queda, por ahora,  para hacer nación, y como lucha para mantener en pie la democracia. La ciudadanía movilizada es el activo de la democracia del país. También está el rechazo a la corrupción, que el periodismo de investigación y un grupo de jueces han defendido y defienden para establecer justicia y rechazar la impunidad.

Sin la acción del periodismo de investigación, jueces, ciudadanos y otros actores sociales, no se conocerían los casos de seis ex presidentes investigados por corrupción. Sin embargo, con la votación del 11 de abril uno también se pregunta ¿si los que se movilizan en las calles, son los mismos que han votado por propuestas políticas diametralmente diferentes y de extremos?

Lo que se evidencia es el hartazgo del electorado frente a la política, al igual que la persistencia en el imaginario social de la idea de un outsider que puede trazar la cancha, en solitario, sin negociar con nadie.

Es como si los electores como sujetos individuales que votan no llegaran a pensarse como parte de un país, sino que emiten su voto, desde sus fragmentaciones y lejanías con el estado y la política. Eso refleja una crisis de institucionalidad que es uno de los problemas estructurales del país.

Sin embargo, esos mismos electores se ven y auto perciben como colectivo ante la indignación y la sensación de injusticia, y eso sucede en los escenarios de crisis; es una comunicación reactiva con una muy baja adhesión a las agrupaciones políticas vigentes.

La gobernabilidad se sostiene gracias a las instituciones y las organizaciones de la sociedad civil que sacan adelante proyectos, programas e iniciativas para luchar contra la pobreza y amplían capacidades para insertar a las personas en el tejido social del país. Son las instituciones y los actores sociales y políticos que están ahí los que representan a la sociedad para defender el bien común y el desarrollo humano.

Es allí justamente, desde el ámbito de estos actores que deben venir las propuestas de diálogo, para atemperar los ánimos, tender puentes para hacer gobierno, y luchar contra la pandemia y la crisis política.

¿Dónde están los actores políticos de nuestra frágil democracia? Están donde se agrupan las personas para defender sus derechos y libertades, en concreto en las asociaciones civiles, en los gremios, los colegios profesionales, los comedores populares, las universidades, los centros de estudios, los medios, las iglesias, y las agrupaciones vecinales. Uno de esos actores protagonistas puede ser también el Acuerdo Nacional como promotor de diálogos de gobernabilidad con los candidatos de la segunda vuelta, en las regiones del país.  

En estos espacios los candidatos a la segunda vuelta tienen que presentarse y comentar sobre ¿qué harían en un eventual gobierno para mantener la gobernabilidad?, ¿cómo solucionarían en el corto plazo la falta de oxígeno y la falta de camas UCI?, ¿cómo contrastarían la falta de consenso entre el congreso y el legislativo?, ¿cómo debería llegar rápidamente el estado a los pueblos en los desiertos costeños, en las punas alto andinas y en las comunidades rodeadas de ríos y bosques amazónicos?

¿Cómo haría el estado para llevar agua y luz a los asentamientos humanos del país?, ¿qué política local y regional sería la más apropiada?, ¿cómo gobernarían sin la mano dura ni el estatismo radical?, ¿cuáles son sus cartas democráticas para sostener la democracia y la alternancia en el poder?

Los lugares para esos encuentros pueden ser simbólicos, tales como: mercados populares, asentamientos humanos, universidades, plazas públicas, sedes estatales, medios de información. Pero descentralizados, (en la costa, sierra y selva del país). 

La información no es suficiente, lo que el poblador peruano necesita es comunicación, reconocimiento, ser entendido y atendido. Necesita ser escuchado, que le expliquen, que le hablen, que se enteren las autoridades y los responsables de proyectos e instituciones que están ahí y que tienen necesidades, que luchan por su ciudadanía.

Las crisis del sistema sanitario público, los conflictos socioambientales esperan a la vuelta de la esquina, al igual que el desempleo y los problemas irresueltos de la educación pública, junto a diferentes demandas sociales. Ahí en el caos, la tragedia y el hambre es mejor verse como agentes de cambio y actores políticos, y no como rivales irreconciliables. 

Allí donde se tensan las cuerdas y se radicaliza todo, las reacciones de la población pueden ser impredecibles.

En los últimos veinte años, se limitó la institucionalidad y la construcción de puentes de diálogo entre opositores o críticos del férreo modelo económico, ahora el desafío es que los actores políticos enfrentados recapaciten para transitar por una actoría política más comprometida y decidida para contrarrestar el avance de la pandemia, luchar contra la corrupción y llegar a toda la población, especialmente a los compatriotas en situación de pobreza.

El Perú es nuestra casa y se necesita de la política para gobernar. Las batallas políticas obstruccionistas hacen mucho daño y desgastan. El gobierno de turno, la sociedad civil, los gobiernos regionales, las organizaciones de base social, los ciudadanos y los medios están en la obligación de hacer pedagogía ciudadana para promover la democracia.

El Perú de la pandemia requiere nuestra participación constructiva y activa, como actores vigilantes del estado de derecho y la democracia.

 

Artículo publicado en la Revista Ideele n.° 297

Sobre el autor:

Franklin Cornejo

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