El 28 de marzo de este año, La comisión de la mujer y familia del Congreso aprobó el dictamen de la Ley de identidad de género que permitiría que las personas transexuales del Perú tengan acceso a la autodeterminación de la identidad. A este dictamen le queda un largo camino para ser debatido, revisado y aprobado por el Congreso. Organizaciones como Amnistía Internacional y organismos como la Defensoría del Pueblo han pedido celeridad en este proceso, justamente por tratarse de un tema de derechos humanos, ya que, al no ser reconocida su identidad, la violencia transfóbica y los crímenes de odio, tampoco están previstos en la ley como crímenes de odio.
Las personas trans no se identifican con la categoría de género asociadas al sexo biológico asignado al nacer. En términos generales, asumimos que la identidad se basa en características estáticas como el género, la nacionalidad o el parentesco. Sin embargo, así como la nacionalidad y el parentesco pueden cambiar cuando migramos, nos casamos, tenemos hijos o adoptamos; la identidad de género es un definición compleja, dinámica y poco discutido por ser un tema tabú, que tiene un impacto profundo en la identidad individual con repercusiones colectivas o sociales.
La doctora en biología molecular e historiadora, Anne Fausto-Sterling, profesora emérita de la Universidad de Brown de los Estados Unidos de Norteamérica, enfatiza que entender el tema genético y social, de manera dicotómica, como “natural” versus “cultural” reduce las múltiples posibilidades de las identidades humanas y, las consecuentes preguntas de investigación académica sobre las dinámicas sociales.
Las identidades transexuales no son una moda o una condición del presente, han existido en todas las sociedades a través de la historia; desde los mahu de Hawai, los berdache de las sociedades originarias de Norteamérica, los muche de Oaxaca, los Enchaquirados de la costa ecuatoriana, las Wera-fa Emberá de Colombia, hasta los hijras de la India y los Calabai o Calalai de Indonesia, entre otros. En todos los casos estás identidades, son y han sido, respetadas dentro de sus sociedades, e incluso se les asignaron roles rituales, religiosos y políticos trascendentales.
Los andes prehispánicos no han sido ajenos a este tema, evidenciado por divinidades con características transexuales como la Chuqui Chinchay. En 1613, el cronista indígena Juan Santa Cruz Pachuti, escribió que este “era un animal muy pintado de todos los colores. Dizen que era apo de los otoronos, en cuya guarda da los ermafroditas indios de dos naturas”. En años recientes, y poco a poco, los arqueólogos y arqueólogas, al excavar, se van dando cuenta que las categorías binarias de género “hombre” y “mujer”, no calzan – ni alcanzan – a las diversidades que existían en el pasado. A partir de estos enfoques, es necesario repensar las sociedades del pasado, nuestra sociedad actual y las leyes que nos rigen.
Artículo publicado en La República el 6/04/2021
Sobre el autor:
Sofía Chacaltana Cortez