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25 marzo, 2021

[Artículo-Rimaq Warmi]Sofía Chacaltana: Rimaq Warmi -Las desigualdades hídricas de la ciudad de Lima

 Las actuales ciudades de Lima y el Callao se asientan sobre una cuenca que obtiene sus aguas de los ríos Chillón, Rímac y Lurín. Esta agua inicia su recorrido del deshielo de los nevados y lagunas que se ubican por sobre los 5,000 msnm, discurre hacia los valles ingresando a los caudales de los ríos y al subsuelo, luego emerge por los humedales de Villa y el Callao, donde se encuentra con el Océano Pacífico, creando ecosistemas costeros que fueron y son vitales para la diversidad de la fauna y flora, pero que son poco valorados por limeños y chalacos, así como por nuestros gobiernos actuales.

Los antiguos pobladores del territorio donde se asienta la ciudad de Lima, como la cultura Lima y los posteriores Ichma, entendieron que en este recorrido el agua puede transformarse en huayco y destruir lo que encuentra a su paso, en llapana (lodo) cuando se rebalsa de los ríos y canales, y se convierte en tierra fértil, pero también puede transportarse por canales e irrigar y fecundar la tierra de donde crecerán productos. Por ello, este recorrido del agua desde los Andes hasta los campos de cultivo estuvo cargado de respeto y simbolismo.

Los pobladores de Lima antigua también entendieron que el agua no es abundante, sino escasa. Y, que para su gestión y administración se requiere de conocimiento, negociaciones, tecnología y, sobre todo, organización y trabajo comunitario. Gracias a ello, construyeron una impresionante red de canales que tuvo una compleja gestión, expresado en el milenario canal de Surco, noble sobreviviente del crecimiento urbano y, que aún lleva aguas desde Ate hasta el distrito de Chorrillos.

En la actualidad, en Lima metropolitana viven 11 millones de habitantes. Y, el agua de la cuenca está disminuyendo de volumen y calidad, por efectos del cambio climático y actividades industriales que la contaminan. Debido a sus escases y poca valoración, cada vez es más difícil administrarla y repartirla a los pobladores de una ciudad que sigue creciendo.

Mientras los pobladores de algunos distritos de la ciudad tienen abundante agua y la desperdician, otros sectores no tienen acceso al agua potable, por lo cual, es necesario adquirirla a un costo mucho más elevado. Esta inequidad hídrica va en aumento y causa desigualdades estructurales que se expresan en la salud y economía familiar de las familias más pobres.

El acceso al agua potable es un derecho humano universal, no un privilegio individual o de clase. El Estado, en vez de garantizar su uso, permite la contaminación del agua y su distribución discriminante, abriendo aún más la brecha de desigualdades hídricas en nuestras poblaciones. Si tenemos acceso a agua en nuestro hogar, pensemos en la cantidad de decisiones que se han tomado para que llegue desde el nevado o laguna hasta nuestras casas, en vez de la casa de nuestros vecinos.

Artículo publicado en La República el 22/03/2021

Sobre el autor:

Sofía Chacaltana Cortez

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