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6 julio, 2021

[Artículo RPP] Alonso Cárdenas: Fascismo y fragilidad democrática en el Perú

El racismo y la discriminación, las peores taras de la sociedad peruana, han brotado ya sin vergüenza ni tapujos. Es responsabilidad de todos llevar a cabo cambios profundos para evitar que en el Perú brote el fascismo.

El 2018, los politólogos de la Escuela de Gobierno de la Universidad de Harvard Steven Levitsky y Daniel Ziblatt, publicaron el libro Cómo mueren las democracias. En él los autores explican la llegada de Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos, a partir del estudio  de diferentes países democráticos que dejaron de serlo. El texto se enfoca en tres dimensiones; la primera, durante los años 30 cuando los países europeos se convirtieron al fascismo. La segunda, los años 60 en América Latina con la llegada de las dictaduras militares y tercera la reciente situación en Europa del Este y América Latina con gobernantes de corte autoritario. Levitsky y Ziblatt concluyen que las democracias mueren a través de las elecciones, cuando los nuevos gobiernos alteran las reglas electorales, compran a los actores neutrales y atacan a los árbitros.

De igual forma, en función a la investigación de Juan Linz, los profesores de Harvard construyen cuatro preguntas tipo para saber si un país está eligiendo un autócrata en potencia: 1) rechaza las reglas del juego democrático; 2) niega la legitimidad de sus oponentes; 3) tolera o promueve la violencia y 4) indica el deseo de limitar las libertades de sus oponentes. Si un político o candidato responde afirmativamente una sola de estas preguntas, estamos ante un autócrata en ciernes.

El análisis de Levitsky y Ziblatt toma una connotación de gran relevancia para el Perú actual, especialmente después de la narrativa que se ha ido construyendo a raíz del proceso electoral que llevó a Pedro Castillo al poder. El analista Juan de la Puente señala que las palabras más frecuentes en la campaña han sido liquidar, destruir, suprimir y aniquilar. Esto es sumamente grave y trasciende la semántica, ya que denota algo mucho más profundo. El nuevo parámetro ya no se trata de adversarios en la arena política, sino de enemigos, y por ende a los enemigos se les aniquila. De la Puente concluye con una frase lapidaria: “el Perú vive un momento prefascista.”

Si bien es cierto que ya en 1977 Foucault advertía que “la falta de análisis del fascismo es uno de los hechos políticos importantes de los últimos treinta años”, existen algunas variables dignas de destacarse al aproximarse al citado fenómeno.

Durante una entrevista con la BBC, el historiador italiano Emilio Gentile, uno de los máximos expertos en fascismo del mundo, destaca que se debe hacer una distinción del concepto. En primer lugar está el fascismo histórico, que es el régimen surgido en la Italia de Mussolini  y que se expandió a Alemania y a otros países europeos en el período entre las dos guerras mundiales. Para Gentile, este fascismo primigenio tiene como eje la expansión imperialista, y descansa en un régimen totalitario, vale decir la sumisión de la sociedad a un sistema jerárquico-militarizado. En segundo lugar está el fascismo posterior a 1945, que se refiere a “todos aquellos que usan la violencia en movimientos de extrema derecha.”

Gentile pone el acento en los movimientos post Segunda Guerra Mundial. Para este investigador,  el peligro actual se centra en que una democracia degrade, en nombre de la soberanía popular, en un sistema racista, antisemita y xenófobo. En otras palabras, que la democracia se utilice para reprimir mediante el consentimiento de la mayoría. En este sentido, es importante subrayar que la democracia en sí misma no es necesariamente buena. Lo es cuando materializa el ideal democrático, vale decir cuando sus ciudadanos no son discriminados y pueden desarrollar su proyecto de vida libremente. Por ende, cuando la democracia es débil o enferma, esta puede posibilitar que la mayoría de los votantes elijan motu propio a líderes  racistas, homófobos o xenófobos.

¿Está enferma la democracia peruana? Los resultados de estudios internacionales como el Barómetro de las Américas o Latinobarómetro no dejan lugar a dudas. Su nivel de legitimidad está por los suelos. A su vez, la clase política en su conjunto es percibida como la más corrupta de América Latina. Por otra parte, la pandemia ha relevado que la calidad de sus instituciones está entre las peores del mundo. De igual forma, las campañas de miedo se han llevado a extremos nunca antes vistos. El racismo y la discriminación, las peores taras de la sociedad peruana, han brotado ya sin vergüenza ni tapujos.

A manera de conclusión, existe un peligro latente que el Perú se encuentre en una etapa pre fascista. Es responsabilidad de todos los que creemos en el fortalecimiento institucional y en el principio de igualdad y no discriminación, de llevar a cabo cambios profundos para consolidar el ideal democrático de libertad.

 

Lea la columna del autor todos los jueves en Rpp.pe

Sobre el autor:

Alonso Cárdenas

Docente de la carrera de Ciencia Política de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya

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