La vida política es de péndulos y oscilaciones. De cambios de timón, de virajes deliberados con antelación o imprevistos. En la política moderna y contemporánea, nada es permanente. Quien piense lo contario es, como decía Max Weber, un niño.
Cuando se creó la UNASUR en el 2008, la mayoría de los gobiernos de sudamericanos, estaban constituidos por formaciones políticas de izquierda, del más variado origen. Este bloque subcontinental poseía, entre varias características, un componente abiertamente soberanista respecto a la injerencia histórica de los Estados Unidos en Latinoamérica. Una visión ideológica sustentada en una lectura particular de nuestra historia.
En un principio la UNASUR tuvo un ímpetu considerable. Incluso, en la euforia sudamericanista, se idearon medios de vinculación financiera y bancaria e, incluso, monetaria. Además, se concibieron innumerables mecanismos de relación cultural, educativa, científica, entre otras, a fin de consolidar la autonomía de Sudamérica. Sin embargo, tras el fin de varios de los regímenes que impulsaron la creación de UNASUR y el viraje a la derecha de los gobiernos sudamericanos, esta formación subregional está herida de muerte. Más aun, cuando siete jefes de estado han formado el PROSUR el 22 de marzo del año en curso, planeándose como sustitución al UNASUR. Así que el viraje ideológico es evidente.
Si algo han compartido a lo largo de su secular conflicto la izquierda y la derecha es que ambas, llaman a la otra “ideología”. Además de considerarse verdaderas y políticamente correctas. Y, por lo tanto, de deslegitimar a la otra. La última aseveración de carácter abiertamente ideológico, en este caso desde la derecha, la manifestó el presidente Piñera de Chile al referirse al PROSUR: “será un foro sin ideología ni burocracia".
No creemos que Sebastián Piñera (o cualquier otro presidente de los firmantes) esté en condiciones de responder a la pregunta ¿qué es ideología? Tampoco pensamos que pueda articular de un modo argumentativo, sustentado y razonado, las ideas que tratan de hacerlas pasar como “verdaderas”, “técnicas”, “correctas”. Difícilmente el creyente ideológico es capaz de darse cuenta que las ideas que considera “objetivas” son el, en fondo, muy “ideológicas”. Porque es bastante “ideológico” considerar que hay un camino correcto en la economía y que solo hay una forma de gestionar lo público. Incluso la famosa “real politik” es muy ideológica. Aunque a sus defensores les cueste creerlo.
No es de extrañarnos que, en este viraje ideológico (que implicó el desmontar ideológico de lo anterior), haya habido una injerencia que está más allá de las fronteras sudamericanas. Las luchas por el poder global son tan vastas y complejas que pueden mover los péndulos ideológicos de un lugar a otro con facilidad o dificultad, según sea el caso.
Sin embargo, más allá de cualquier otra consideración, la historia política del mundo y de nuestra América, está plagada de muertes y renacimientos, de luchas abiertas o sutiles entre los diversos campos políticos. Sobre todo, durante la guerra fría y, cuando nadie lo creía, tras ella.
Los cadáveres ideológicos que hemos visto desfilar en los últimos años en Sudamérica no son los últimos, ni serán los últimos. El péndulo ideológico se ha dirigido hacia un lado y nadie sabe cuántos años se quedará ahí. Pero más allá de los deseos ideológicos, el futuro siempre está abierto (Popper).
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Sobre el autor:
Ricardo L. Falla Carrillo
Jefe del Departamento de Filosofía y Teología de la UARM