El mejor homenaje para el Perú en estas Fiestas Patrias es tomar muy en serio las lecciones de la pandemia para enrumbarnos hacia el desarrollo sostenible. Solo así podremos enfrentar esta y las siguientes pandemias.
Nuestro país está entre los países más afectados por la pandemia COVID-19, tanto en el número de infectados, hospitalizados en cuidados intensivos, número de muertos, así como en otros indicadores que se utilizan para hacerle seguimiento en el mundo. El virus está causando un sufrimiento inenarrable en muchas, demasiadas, familias peruanas. No hay nada que celebrar este 28 de julio. Sin embargo, el mejor homenaje que les podemos hacer a estas familias es tomar muy en serio las lecciones que nos viene dejando el flagelo. Tenemos que asegurar que sus familiares no hayan muerto en vano, que su sacrificio haya servido para cuidar bien, y mejorar la esperanza de vida de nuestros hijos y nietos.
Primera lección: Debemos construir un sistema de salud pública que pueda atender a toda la población nacional, principalmente a los que no tienen ingresos suficientes para costear un servicio privado de salud. El promedio del gasto en salud de los países de América Latina es de 9 % del PBI, pero el Perú sólo llega al 5 %. Esta situación ha significado, por un lado, que muchas de las muertes se han producido porque las personas ya tenían enfermedades previas curables sin atender; y, por otro lado, se explica porque no hemos tenido suficientes camas, UCIs, respiradores, equipos médicos, para tratar a todos los infectados críticos. Esto no puede volver a ocurrir.
Segunda lección: Los primeros en romper la cuarentena en forma masiva han sido los informales, las personas que no tienen un trabajo bien remunerado con beneficios sociales, que se han visto obligados a salir a la calle para llevar un pan a sus familias. El 70 % de la población peruana trabaja en condiciones de informalidad laboral, el porcentaje más alto de América Latina, y uno de los más altos del mundo. Treinta años aplicando políticas equivocadas para combatir la informalidad (simplificación de trámites y títulos de propiedad) no han funcionado, no han hecho sino aumentarla. Debemos aprender de los países desarrollados y emergentes que apoyan a sus mypes (micro y pequeñas empresas) con servicios como capacitación, transferencia de tecnologías, crédito, asociatividad y articulación empresarial para aumentar su productividad e ingresos, única manera de resolver de raíz este problema.
Tercera lección: La contaminación ambiental mata, esto ha quedado claramente confirmado con la COVID-19. La zoonosis, la transmisión de virus y enfermedades de los animales a los seres humanos se produce por la destrucción del hábitat natural de los animales, y se facilita en los ambientes altamente contaminados en los que viven millones de personas en el mundo. Si no queremos que la siguiente pandemia se origine en alguno de nuestros barrios hacinados y contaminados, tenemos que cambiar de rumbo. Ya no podemos contentarnos con el “crecimiento económico”, tenemos que reemplazar este objetivo por uno más ambicioso: “desarrollo sostenible”, en el que el crecimiento económico se complementa con desarrollo social, cuidado ambiental y fortalecimiento institucional. El siguiente político que repita como loro “crecimiento económico” no debería recibir un solo voto del electorado peruano.
Cuarta lección: La pandemia ha demostrado que el país ha perdido su capacidad para producir los equipos esenciales que requieren las políticas sanitarias implementadas por el gobierno. Hemos tenido que importar pruebas rápidas y moleculares, respiradores artificiales, plantas de oxígeno, equipos médicos, uniformes especiales para el personal de salud, policía nacional y fuerzas armadas, entre otros. El Ministerio de Salud ha tenido que hacer largas colas y esperar semanas para que nos envíen los equipos e insumos, con la consiguiente pérdida de vidas humanas. Este es el resultado de la “ideología del libre mercado” mediante la cual se postula que sólo debemos producir materias primas porque tenemos ventajas comparativas en ellas, y el resto de bienes debemos importarlos de los países desarrollados y emergentes como China, Corea o la India. Hay que desechar esta ideología retrógrada, y retomar los esfuerzos que se realizaron en el gobierno anterior, con el Plan Nacional de Diversificación Productiva que nos lleve a recuperar una industria dinámica que genere empleo bien pagado y produzca todos los equipos necesarios para enfrentar esta y las siguientes pandemias.
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Sobre el autor:
Fernando Villarán
Profesor principal de la Facultad de Ingeniería y Gestión de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya (UARM)