El gran logro de los países desarrollados es que han sabido fortalecer tres pilares: al sector privado, al Estado y a la sociedad civil, y, sobre todo, han respetado sus particularidades y autonomías para realizar un trabajo conjunto y colaborativo.
Los países más desarrollados del mundo, los que tienen el mayor PBI per cápita, mayor libertad, mejores servicios sociales, mayor igualdad, y, en definitiva, mayor bienestar de sus poblaciones, son aquellos que poseen (i) un sector privado fuerte, dinámico, innovador, flexible, (ii) un Estado fuerte, eficiente, honesto y solidario, y (iii) una sociedad civil fuerte, creativa, crítica y comprometida. Son países que han logrado espacios vitales humanos, estables, predecibles, democráticos, adaptables. Tenemos muchos ejemplos, aunque mis preferidos son Finlandia, Alemania, Nueva Zelanda, Canadá, Corea del Sur, Holanda; en nuestro barrio, Uruguay, Costa Rica y Chile.
El sector privado representa el 70-80% del PBI, el 70-80% del empleo, y está conformado por Grupos económicos, con las más grandes empresas privadas, empresas extranjeras, también grandes, medianas empresas dinámicas, pequeñas empresas (incluyendo a las micro), hay muy poca informalidad (o ninguna en algunos casos), gozan de mercados libres, competitivos, pagan sus impuestos sin protestar, acatan las regulaciones, sobre todo las ambientales, participan en iniciativas público-privadas y en las instancias de diálogo y concertación con el Estado y la sociedad civil. En estas operaciones conjuntas e instancias, no sólo participan las grandes empresas, sino todo el espectro privado. En varios de estos países les dan preferencias a las pequeñas y medianas empresas, para nivelar la cancha.
El Estado representa el 20-29% del PBI, el 15-29% del empleo, y está conformado por el Ejecutivo, el Legislativo, el Poder Judicial, Electoral, los organismos autónomos como el BCR, los gobiernos regionales, los municipios, empresas e instituciones públicas. En estos países, el Estado se encarga de la justicia, de la seguridad, interna y externa, de ofrecer servicios públicos básicos como la educación, la salud, las jubilaciones, la infraestructura. En algunos casos los servicios de educación, de salud y jubilaciones se comparten con el sector privado, aunque se asegura que estos lleguen a toda la población. En otros países se incluye dentro de estos servicios básicos a la vivienda y la internet, en alianza con el sector privado. La clave para que el Estado funcione adecuadamente, es tener un cuerpo de funcionarios públicos muy calificados, honestos, sensibles a las necesidades de la población. En muchos casos son bien remunerados, como en Finlandia, en donde los maestros son los que más ganan. En casi todos los casos, las empresas públicas son bien administradas, como el caso de Chile con CODELCO y la ENAP.
La sociedad civil representa el 1-5% del PBI, y el 1-5% del empleo, y está conformada por los partidos políticos (que tienen un doble rol pues cuando ganan las elecciones se convierten en Estado), las iglesias, los sindicatos, los gremios empresariales, las universidades y centros de investigación, los medios de comunicación, las Organizaciones No Gubernamentales (ONG), los colegios profesionales, los intelectuales, los artistas, la cultura, en general. Si bien tienen poco peso económico y social, y se definen en negativo (no Estado y no sector privado), tienen una importancia vital para el funcionamiento de los países. Le dan la identidad a cada nación, albergan la libertad de pensamiento, de credo, levantan el espíritu crítico, expanden la transparencia, dibujan los contornos de la sociedad entera y señalan el camino hacia adelante, junto con los otros estamentos. Cuando, en plena guerra mundial el ministro de economía le pidió a Churchill recortar el presupuesto de cultura por necesidades de las fuerzas armadas, le dijo: “de ninguna manera, sino para qué estaríamos haciendo la guerra”.
El gran logro de estos países desarrollados es que han sabido fortalecer a estos tres pilares, han sabido respetar las particularidades de cada uno de ellos. Han conseguido la autonomía de cada uno de ellos, el trabajo conjunto y colaborativo, respetándose mutuamente, sin invadirse ni satanizarse. Las palabras claves son: respeto, diálogo, tolerancia; si además se tiene un objetivo común, mejor todavía, pero no es indispensable, se puede llegar a ello a través del diálogo.
Esto no lo tenemos en nuestro país. Aquí es usual escuchar frases como: “todos los funcionarios públicos son corruptos”, “todos los empresarios son explotadores, y encima corruptos”, “todas las ONG son terroristas”, “todas las iglesias son el opio del pueblo”, “todos los sindicatos son rojos”, “todos los medios de comunicación se venden”, “todas las universidades son chatarra”, “basta poner a un empresario en cada gobierno regional y municipio para que el país se arregle”, y un largo etcétera. Esta es una de las expresiones de la radical división de los peruanos, de la que hablé en el artículo anterior, satanizar al otro, negarlo y liquidarlo; los rivales políticos se convierten en enemigos, para los que valen todos los ataques y todas las mentiras, hasta hacerlos desaparecer.
Es urgente acabar con las mentiras, con los odios, con las satanizaciones, y aprender a respetarnos para convivir en medio de nuestra inmensa y rica diversidad. Sería maravilloso que empezáramos en esta campaña electoral.
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Sobre el autor:
Fernando Villarán
Profesor principal de la Facultad de Ingeniería y Gestión de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya (UARM)