En los llamados países subdesarrollados e, incluso, en los desarrollados, los Estados nacionales enfrentan serias dificultades para organizar, planificar y gestionar, los recursos que satisfagan las necesidades crecientes de las ciudades. Todo ello genera un entorno social que puede crear las condiciones para la aparición masiva de las llamadas “ciudades privadas”.
Leyendo cualquier lista de datos demográficos referidos a las ciudades, podemos observar que muchas ciudades de la tierra superan los 10 millones de habitantes. La mayoría de estas enormes urbes se encuentran en países subdesarrollados o en vías de desarrollo. Como es obvio, los recursos públicos y los medios de gestión suficientes para resolver las dificultades de estas megalópolis son claramente insuficientes. Problemas de seguridad, de control de espacios públicos, de zonificación, de ornato, de sostenibilidad ambiental, de salud integral, de transporte masivo, entre otros, afectan directamente a los ciudadanos y, si no median soluciones inmediatas, afligirán a las generaciones futuras.
Atendiendo a esta realidad, desde hace un tiempo, economistas como el norteamericano Paul Romer y el alemán Titus Gebel, vienen teorizando y promoviendo el concepto de “ciudades privadas”. A este respecto, Gebel, en un artículo, define a las ciudades privadas del siguiente modo: “Esta es la idea de una ciudad privada: una empresa privada voluntaria, con fines de lucro, que ofrece protección para la vida, la libertad y la propiedad en un territorio determinado, mejor, más barata y más libre que los modelos estatales existentes. La residencia dependería de una relación contractual predefinida entre los residentes y el operador. En caso de que exista un conflicto sobre la interpretación del contrato, habrá un arbitraje independiente”.
Pero lejos de parecer una situación de ciencia ficción, las “ciudades privadas” son fomentadas por algunos países. El caso más emblemático y avanzado lo encontramos en Honduras. En efecto, desde el 2013, Honduras ha adecuando su legislación para facilitar la aparición de estas “ciudades”. Para ello ha creado las Zona de empleo y desarrollo económico (ZEDE) que ha suscitado posiciones a favor y en contra. Sobre todo, porque se incentiva la construcción de estas urbes privadas en naciones con grandes problemas sociales y económicos.
Incluso, ya existe una ciudad de este tipo en Tegucigalpa: Altia Smart City. Una pequeña urbe que incluye complejos de oficinas, centros comerciales, edificios de habitación, áreas de esparcimiento y la sede de una universidad privada. A imitación de Altia Smart City, se están promoviendo estas urbes en países tan distintos como Puerto Rico o Corea del Sur. Lo que evidencia que estamos observado el indicio de una tendencia que podría ampliarse a futuro.
El desarrollo de estas iniciativas urbanas, tiene una clara justificación ideológica. También, es evidente que los efectos de estas nuevas iniciativas y prácticas aun están por observarse en un mediano o largo plazo. Pero, al mismo tiempo, nos permiten entender que el modelo de las grandes aglutinaciones urbanas o se reformula en lo que queda de este siglo o da lugar al surgimiento o resurgimiento de antiguas formas de ciudad.
Lea la columna del autor todos los lunes en Rpp.pe
Sobre el autor:
Ricardo L. Falla Carrillo
Jefe del Departamento de Filosofía y Teología de la UARM