El contacto visual permite que todos los conocimientos, razonamientos o comentarios tengan un rostro humano, esto es, un lugar social en el mundo del estudiante.
A un año de la pandemia, y, con ello, del inicio de la enseñanza a distancia, los maestros ya han aprendido algo más sobre el manejo de las videoconferencias. Los problemas básicos para saber si la cámara o el audio se encuentran funcionando bien ya han sido superados de largo, y cada vez ocurren menos imprevistos durante las clases. Ahora hay profesores expertos que saben planificar y diseñar muy bien sus clases en línea, y pronto sabrán hacer todavía algo mejor. Después de un largo y a veces complicado proceso de aprendizaje, han aprendido a aprovechar –en la medida de su propio interés y curiosidad– los caminos del mundo digital.
No obstante, llama la atención el recelo que todavía existe entre algunos docentes por prender su cámara y ser vistos por sus estudiantes durante la clase que imparten. Es cierto que la imagen del profesor o la profesora no es lo más importante, pues la atención del estudiante debe estar centrada en la lección, pero el contacto visual que se establece entre ambos es de gran importancia para todo proceso de aprendizaje. Por un lado, este contacto permite que todos los conocimientos, razonamientos o comentarios tengan un rostro humano, esto es, un lugar social en el mundo del estudiante. Si no hay rostro, todos estos conocimientos pueden reducirse a una mera información que puede recogerse en cualquier otro lugar.
Por otro lado, la cámara encendida también es una señal de respeto hacia los estudiantes, a quienes los profesores deben escuchar con atención cuando hacen sus preguntas y comentarios. Si no encuentran a ese profesor que los escuche durante sus intervenciones, se desinteresarán y es posible que poco a poco dejen de participar. La imagen del profesor, además, los motivará a encender sus propias cámaras y a propiciar un espacio mucho más enriquecedor. En ese diálogo, no solo se intercambian conocimientos sino muchos otros códigos y expresiones que complementan mejor la materia.
(Un paréntesis sobre la cámara apagada: ¿por qué existe la fantasía de que si apagamos la cámara se puede hacer otra cosa, cualquier cosa? Pero la situación es en realidad engañosa. Lo que supuestamente se gana en libertad de imagen (pues solo nos libramos de lo visual) lo perdemos en la libertad de la voz. Cuando no podemos ver a quien nos habla, estamos a merced de lo que nos digan; en realidad, nos dictan. Ocurre lo mismo cuando hablamos y no permitimos que nos vean: la soberbia de la voz.)
En el Perú, el acceso a la tecnología todavía es limitado y hay una gran cantidad de profesores y estudiantes que todavía no pueden gozar de las bondades de la enseñanza a distancia. Pero también hay muchos que sí lo pueden hacer y todavía no aprovechan su beneficio principal.
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Sobre el autor:
Mario Granda
Docente del Programa Humanidades de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya