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16 octubre, 2019

[Artículo RPP] Mario Granda: El legado quechua

La sustentación de una tesis de Literatura en quechua es signo visible de que existe un interés auténtico por esta lengua peruana.

La presencia de la lengua quechua es todavía escasa y esporádica en los medios de comunicación nacionales, pero la noticia de la primera tesis de Doctorado en Literatura que se sustentará en este idioma ha tenido un impacto inusitado. Se trata de una investigación realizada en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y está dedicada a la obra del poeta cusqueño Andrés Alencastre Gutiérrez (1909-1984), más conocido como Kilku Warak’aq. 

La presencia del quechua en las aulas no es desconocida para las aulas universitarias peruanas. Durante el siglo XVII, en plena Edad de la Plata, la Iglesia católica y el Estado colonial pusieron todo su esfuerzo para impulsar su aprendizaje y su difusión, pues era la principal herramienta para evangelizar el territorio. Este interés, además, no provenía tanto de los criollos sino de los mismos sacerdotes españoles, quienes sintieron la necesidad de elaborar y definir un alfabeto para poder publicar los primeros libros impresos en la llamada “lengua general del Perú”. Todavía hay mucho que aprender de los diccionarios, vocabularios y catecismos que escribieron jesuitas como Diego González Holguín y Diego de Torres Rubio, pues tuvieron la oportunidad de conocer y escuchar una lengua que todavía era una moneda corriente en la sociedad colonial y darle un espacio en la cátedra sanmarquina. También es el siglo en el que aparecieron las obras de Guamán Poma de Ayala, Francisco de Ávila, Hernando de Avendaño y Juan Espinosa y Medrano, todos ellos quechuistas eximios. Tal como lo señala Porras Barrenechea, el gran aporte de estos escritores consistió en cultivar la lengua ya no con una finalidad evangelizadora o didáctica sino también literaria. 

Este gran momento del quechua no se repetirá en la historia peruana, y hoy, en un contexto muy diferente, se trata de recuperar el camino desandado. Desde hace aproximadamente quince años, el runasimi ya no solo es familiar a los lingüistas y los antropólogos -quienes se habían convertido en sus solitarios embajadores en el entorno académico- sino también a los críticos literarios, a los filósofos y cineastas. Hoy hay premios nacionales que reconocen la escritura literaria en esta lengua (así como en otras lenguas originarias), revistas académicas escritas en quechua por completo y también un entorno editorial aún tímido pero curioso de lo que puede producir este nuevo campo. Esta nueva fama ha llegado hasta Estados Unidos, en las que ya hay alrededor de diez departamentos de quechua y profesores peruanos que se han encargado de darle un espacio importante en el ámbito universitario norteamericano. El poeta Odi González ha colaborado con un diccionario trilingüe (inglés, quechua y español) y el profesor Américo Mendoza ha colaborado con la reciente producción de Dora la exploradora

Todavía, sin embargo, falta mucho para que el quechua logre difundirse y convertirse en una opción lingüística interesante para los jóvenes. Para el escritor Pablo Landeo, Premio Nacional de literatura en Lengua Originaria, todavía se trata de una lengua que es un “convidado de piedra”. También prevalecen muchos mitos y prejuicios sobre la misma, muchos de ellos creados por el propio medio universitario contemporáneo. No obstante, la presentación de esta tesis sobre Kilku Warak’aq puede ser un signo visible de cambios positivos en otro sentido. Desde el 2014, los estudiantes universitarios pueden presentar el quechua como segundo idioma para obtener sus grados. Tal vez, en el futuro, sean los profesores los que puedan también ofrecer sus materias no solo en español sino también en la otra lengua del Perú.

 

Lea la columna del autor todos los viernes en Rpp.pe

Sobre el autor:

Mario Granda 

Docente del Programa Humanidades de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya

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