Es desde la universidad que hay que combatir los prejuicios y hacer el esfuerzo por hacer una ciudad más amable y más democrática. En ese sentido, los Juegos Parapanamericanos son tanto una lección y una reflexión sobre la realidad de nuestro país.
La realización de los Juegos Parapanamericanos 2019 en Lima ha sido una oportunidad para conocer una dimensión poco conocida y difundida en nuestro país. Los llamados “deportes adaptados”, cuyas reglas e implementos se adecuan a las discapacidades de los competidores, ponen en práctica la esencia misma de lo que debemos entender por “juegos”, en tanto que estos son y deben ser fruto de la creatividad y la solidaridad humana. La costumbre nos hace pensar que los deportes tienen normas y características estrictas e inobjetables, pero, ¿quién no ha hecho alguna vez una modificación a una regla deportiva? Los parapanamericanos son una demostración de que hay muchas formas de “jugar” una disciplina, y es por ello que hemos podido ver algo totalmente nuevo para muchos: fútbol para ciegos, básquet en silla de ruedas, boccia, vóleibol sentado y parabádmington, además de aquellos deportes para las personas con discapacidad intelectual. El deporte está hecho para las personas y no las personas para el deporte.
No obstante, estos juegos también han revelado que aún nuestro país se encuentra muy lejos de lo que debe hacerse en este campo. El Perú obtuvo 15 medallas en esta competición, pero se encuentra muy lejos del número obtenido por los otros países latinoamericanos como Colombia (133), Argentina (103), Chile (34) y Venezuela (33). A todo ello se suma Brasil, que se coronó como el campeón de la competición con 308 medallas, casi el doble de las 185 obtenidas por Estados Unidos. Las noticias nos informan que uno de nuestros paradeportistas ha clasificado para los Juegos Paraolímpicos de Tokio 2020, pero aún falta mucho trabajar. La Asociación Nacional Paralímpica del Perú recién fue creada en el 2015 y solo cuenta con una federación deportiva de personas con discapacidad (el Fedenadif), que es la que organiza los deportes de alta competencia en discapacidad física.
Sabemos que esta situación se debe en gran parte a la falta de decisión política y a la necesidad de una mayor inversión económica, pero también hay que señalar que parte del problema se encuentra en que las universidades todavía no han tomado en cuenta la importancia del tema. Hasta el 2017, solo había tres universidades que tenían la carrera de terapia ocupacional, y esto incide directamente en la escasez de personal profesional en los centros de salud pública como en la falta de investigaciones relacionadas al tema. Tampoco hay información suficiente para hacer un diagnóstico de la situación actual. Tal como se señala en la tesis de Tecnología Médica de la licenciada Deborath Espinoza Plasencia, de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (2018), el Perú “no dispone de cifras exactas acerca del número de personas con discapacidad, y específicamente, sobre la educación de personas con discapacidad. La información es dispersa y en muchos casos incompleta, por lo que el tema no es aún “visible” para los expertos y por ende para la sociedad” (p. 6). Por otro lado, también es importante tomar en cuenta que este problema atañe también a aquellas universidades especializadas en la educación, no solo a las de Medicina. De acuerdo con la Ley General de Educación vigente, los centros educativos deben tener las condiciones básicas para la inclusión y tener docentes capacitados para recibir a personas con diversidad funcional, pero esto está muy lejos de cumplirse. La política ha llevado el debate del currículo escolar a temas más morales y ha descuidado otros que pertenecen a derechos más necesarios, por decirlo así, en tanto que responden a las facilidades y servicios básicos que necesitan estas personas.
Si esta es la atención que el ámbito académico presta a las personas con discapacidad, las posibilidades para mejorar el desempeño de los paradeportistas se hace aún más lejano. Todavía hay muchos que creen que las personas con condiciones especiales no pueden realizar movimientos y, en consecuencia, que no pueden realizar deportes. Es desde la universidad que hay que combatir estos prejuicios y hacer el esfuerzo por hacer una ciudad más amable y más democrática.
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Sobre el autor:
Mario Granda
Docente del Programa Humanidades de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya