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27 abril, 2021

[Artículo RPP] Ricardo L. Falla: ¿El arte de lo posible?

Las decisiones están condicionadas por las circunstancias. No hay decisiones en abstracto, las mismas que se puedan ejercer en todos los escenarios posibles. Si así fuera, no seríamos humanos. Más bien, animales o máquinas.

Las decisiones electorales, como toda decisión, se toman motivadas por razones, por emociones, por convicciones o por conveniencias. A veces, prima una consideración. Otras veces, se dan varias consideraciones. Cuando se toma una decisión por convicción (política, ideológica, religiosa, etc.), se considera que la idea correcta está sobre la circunstancia y no se la toma –demasiado– en cuenta. Cuando se decide emocionalmente, no se evalúa, a profundidad, la circunstancia; porque el terror, el miedo o la ira condicionan la voluntad y ocultan la objetividad de la situación. Cuando decidimos racionalmente, se evalúan lógicamente las consecuencias de la elección, ponderando a partir de los hechos la pertinencia de la misma. Y cuando se decide por conveniencia, se busca lograr o mantener algún beneficio o privilegio.

En el mundo político moderno se toman decisiones a partir de estos "marcos referenciales" de elección. Pero como dijimos líneas arriba, muchas veces están, mezclados. Y eso es normal, dada la condición humana. Esta distinción, sólo se ha realizado por razones metodológicas.

En junio de este año, habrá algunos que tomarán decisiones movidos por razones, convicciones, conveniencias o emociones. Y más allá del ejercicio concreto de la decisión, la misma tendrá consecuencias. Y como es una elección individual que se une a otras, tendrá consecuencias sobre todos o sobre el grupo mayor.

Toda elección político colectiva, puede generar tres escenarios posibles. En un escenario se mantienen las condiciones sociales, económicas, etc. En el otro, mejoran y, en el último, empeoran. Más allá del resultado de junio, veremos en un año o en dos, las consecuencias de esa decisión colectiva. Y ahí se podrá evaluar si se mantuvo la situación, mejoró o empeoró.

La elección de junio está muy fuertemente condicionada por la circunstancia política en la que se va a desarrollar, dentro de un proceso integral de crisis sanitaria y socioeconómica. Por eso, el margen de acción de la decisión se encuentra muy estrecho. Eso genera, en muchos, una sensación de constricción de la voluntad y, por lo tanto, de impotencia y malestar. Porque un rasgo de la libertad moderna es tener posibilidades de elegir dentro de un marco más amplio.  

La segunda vuelta está signada por dos opciones que representan dos formas de entender el mundo social peruano de manera contraria. Es decir, se presentan como una opción binaria que superan la posibilidad del tercio excluido.  Asumiendo estoicamente la circunstancia, está en nuestras manos que la situación integral del país se mantenga, mejore o empeore sosteniblemente. Frente a ello, ¿qué hacer? Difícilmente puede haber una receta para ello. Además, nadie está en condiciones suficientes para ello.

Sin embargo, si se pueden hacer ciertos ejercicios reflexivos. Por ejemplo, si queremos sustentar nuestra elección a partir de la memoria histórica, considerar que dicha memoria es selectiva. Es decir, que va escoger un aspecto de la historia que se busca ser recordado como materia de la decisión. O, si queremos sustentar nuestra elección sobre consideraciones económicas, recordar que las eventuales acciones económicas tienen, siempre, repercusiones sociales y, por lo tanto, sobre nosotros. En suma, por todas estas razones, y otras, la política es el arte de lo posible.

 

Lea la columna del autor todos los lunes en Rpp.pe

Sobre el autor:

Ricardo L. Falla Carrillo

Jefe del Departamento de Filosofía y Teología de la UARM

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