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11 mayo, 2021

[Artículo RPP] Ricardo L. Falla: El mundo es plural

Vista la tierra desde el espacio, el orbe se presenta como una unidad en la que coexistimos con infinitas formas de vida, al interior de una formidable estructura geológica y atmosférica. La profunda belleza del mundo, reboza de pluralidad. La misma que es una invitación a reconocerla y a aprender de ella.

El mundo es plural, la sociedad es plural. Pretender que exista una sola forma de cultura, una sola manera de relacionarse con lo trascendente, una sola forma de concebir el poder y, en suma, únicas manifestaciones de lo humano, es imposible; tomando en cuenta la vasta experiencia histórica de nuestra especie. Basta recorrer la geografía de cualquier país, de cualquier región, para reconocer que nos hallamos, constantemente, ante múltiples manifestaciones de nuestra humanidad.

¿A qué obliga la pluralidad real de nuestras sociedades? A construir marcos de convivencias, flexibles y generales, que permitan a cada comunidad realizarse a partir de su propia especificidad. Es evidente que tal construcción ético política presenta innumerables obstáculos. Quizás, el más frecuente, es que una visión política, religiosa, económica o cultural, busque imponerse sobre la demás, negando, de plano, la multiplicidad de experiencias fácticas. Recordemos que, cuando ello ha ocurrido, se han causado innombrables sufrimientos a diversos grupos humanos. De ahí que la edificación del marco común ético político, debe reconocer los errores del pasado e identificar los riesgos que amenazan a la sociedad plural.

Sin embargo, la defensa del pluralismo no se puede confundir con el relativismo. En la visión relativista se considera que es imposible edificar un marco público de coexistencia porque se asume que toda manifestación particular es irreductible a sí misma. De ahí que el relativismo no contemple la posibilidad de una norma general de respeto y tolerancia en la que converjan a las diversidades. En cambio, el pluralismo, como parte de la defensa de la objetiva diversidad humana, se esfuerza por edificar el marco ético político que permita a cada grupo o persona a dar los pasos necesarios para su realización.

Los dogmatismos (políticos, religiosos, ideológicos), los etnocentrismos y los totalitarismos han sido los tres enemigos de la sociedad plural. Y, probablemente, lo seguirán siendo. Afortunadamente, tenemos registro detallado de lo que estos grandes males han ocasionado en la historia de innumerables pueblos y podemos reconocer bajo qué condiciones sociales y culturales pueden volver a convertirse una amenaza. Por ello, defender el pluralismo social no implica promover ninguna imposición externa. Por el contrario, trata de conservar aquello que se observa y se vive en cualquier comunidad humana: la experiencia de la diversidad.

Nadie está obligado a pensar o a creer lo que cada uno de nosotros cree o piensa. Aceptar esta condición, implica que estamos dispuestos a admitir que cada individuo posee y manifiesta ideas con las que no estamos, muchas veces, de acuerdo. Sin embargo, si no somos capaces de reconocer su derecho a la existencia, podemos vernos tentados a cancelar, a atacar o a censurar la opinión o el juicio divergente. Y, en última instancia, eliminar a portador de tales ideas o creencias.

La aceptación explicita o tácita de la pluralidad de mundos y visiones del mismo, nos conduce a formar un conjunto de hábitos extensos, que hagan posible la coexistencia y permita, a cada sujeto o grupo, determinar los medios para su realización. El mundo es plural, la sociedad es plural. Es una situación, tan evidente, que no precisa otra mayor demostración.

 

Lea la columna del autor todos los lunes en Rpp.pe

Sobre el autor:

Ricardo L. Falla Carrillo

Jefe del Departamento de Filosofía y Teología de la UARM

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