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1 julio, 2021

[Artículo RPP] Ricardo L. Falla: El Perú post 1992

Cuando la crisis del entendimiento social es de tal magnitud, quedan dos caminos: se autodisuelve un país o se decide refundarlo en nuevos términos.  Por obvias razones, las mayorías queremos seguir siendo parte de la “casa común”.

La desaparición de una sociedad llega cuando se han agotado todas las vías posibles de negociación política. Esa situación dolorosa y fratricida incluye el uso de diversos tipos de violencia. En cambio, la continuidad, se logra luego de un gran consenso ético político, cuya consecuencia lógica es renovar las condiciones y fines de nuestro contrato social.

Hay innumerables hechos que evidencian el agotamiento terminal de una situación histórica y la necesidad de abrirnos a otra. De ahí la necesidad de aceptar esta situación de crisis final, para redefinir nuestro camino a futuro y tomando en cuenta lo aprendido en diferentes momentos de nuestro devenir temporal.  

Así, luego de la lenta disolución del régimen que surgió a inicios de los años noventa, discutiremos y conversaremos sobre el tipo de país que queremos ser. Algunos defenderán principios liberales.  Otros, ideas socialistas. Habrá algunos que buscarán enfatizar cuestiones identitarias y culturalistas. Otros, apelarán a perspectivas cosmopolitas y pluralistas. Algunos nos considerarán "grupos" y, otros,” individuos".

Unos plantearán que el estado debe intervenir en la formación y distribución del bienestar. Otros, que los individuos, automotivados, son los que deben garantizarse su propio bienestar. Ciertamente, algunos dirán que el estado debe formar y dirigir las prácticas culturales. Y, otros, que las familias y los sujetos son los que deben definir sus propios hábitos culturales. Claramente, habrá oposiciones teóricas entre “constructivismos sociales” y “órdenes espontáneos”.

Discutiremos, conversaremos y llegaremos, si somos inteligentes y bien intencionados, a consensos y a acuerdos fundamentales sobre el país que queremos ser y futuro que queremos tener. Pero todo ello, si somos bien intencionados e inteligentes. Si se patean todos los tableros, si nos agarra una masiva rabieta adolescente, se legitimará aquello que se quiso superar. De nada habría servido "pasar todo esto".

Las soluciones a los problemas alta complejidad política, que incluye el gran problema de la liquidación de un país, no están en el diagnóstico causal. Los diagnósticos sociales, económicos culturales e históricos son muy importantes y proporcionan muchísima información sobre lo que somos. Pero no brindan el remedio. Las soluciones se encuentran en el plano ético, en la deliberación ética y en las decisiones ético políticas. En la "bendita" razón práctica. Aquel uso de la razón que nos hace crecer y tener futuro.

 

Lea la columna del autor todos los lunes en Rpp.pe

Sobre el autor:

Ricardo L. Falla Carrillo

Jefe del Departamento de Filosofía y Teología de la UARM

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