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11 junio, 2021

[Artículo RPP] Ricardo L. Falla: Gobierno, bienestar y miseria

En unas semanas, se conformará un nuevo gobierno. Como siempre, deberá ser evaluado, después de un tiempo, a partir de las consecuencias de sus decisiones. Y no, desde sus intenciones.

En el mundo de los hechos y de los valores, un gobierno es evaluado a partir de las consecuencias observables de sus acciones. Y como las decisiones gubernamentales tienen repercusiones sobre la vida de millones de personas, se deben ponderar estas acciones a partir de principios ético sociales objetivos. Uno de los cuales podemos resumirlo del siguiente modo: un buen gobierno es aquel que logra el máximo de bienestar para el mayor número de ciudadanos y un mal gobierno es aquel que logra el máximo de miseria para el mayor número de ciudadanos.

¿Bajo qué criterio ético social podemos establecer el máximo de bienestar? Uno de los indicadores más extendidos, por basarse en hechos observables y medibles, es el número de personas que logra la mayor movilidad social ascendente. Es decir, dejan de pertenecer a los segmentos considerados “pobres” y se integran masivamente a las clases medias. De ahí que los gobiernos que logran reducir la pobreza al máximo posible y acrecientan el número de ciudadanos pertenecientes a las clases medias, son buenos gobiernos. Y los malos gobiernos son aquellos que conducen al grueso de sus poblaciones a la miseria.

¿De qué manera se puede lograr el máximo de movilidad social ascendente? Se han desarrollado varios caminos para lograr este fin. Pero se pueden reducir a dos. Aquellos modelos que consideran que se deben establecer condiciones jurídicas y económicas para que, desde la iniciativa individual, se logre la movilidad social ascendente. Y aquellos modelos que consideran que el estado, a partir de una red prestaciones, ayudas e incentivos sociales, cree las condiciones para la movilidad social hacia arriba. Los dos modelos, en términos prácticos, no son excluyentes. Y depende del buen discernimiento gubernamental, la aplicación de ambos modos de incentivar la movilidad social ascendente según las realidades específicas de cada espacio regional.

¿Por qué es importante crear las condiciones materiales y legales para incentivar el crecimiento de las clases medias? Porque el aumento sustenido y sustentable de las clases medias tiene repercusiones sobre los otros ámbitos de la vida social. Por ejemplo, una extendida mesocracia le proporciona estabilidad política a una sociedad, pues, en medida que la enorme mayoría tiene largamente resueltas las necesidades básicas, no es necesario plantearse una transformación violenta y radical del orden político y social. Asimismo, los sujetos pertenecientes a las clases medias, tienen mayores posibilidades de explorar sus potencialidades personales, elaborando proyectos de vida de diversa duración e impacto. En ese sentido, un número apreciable de personas puede generar mayores conocimientos desde los espacios académico y profesional. Finalmente, si una mayoría considerable de la población pertenece a la mesocracia, se mantienen los niveles de consumo de bienes y de servicios altos, permitiéndose una mayor recaudación tributaria que financia las prestaciones y ayudas estatales.

En el Perú, la movilidad social ascendente, se ha concentrado fundamentalmente en la capital y en algunas pocas ciudades del interior. Lo que ha ocasionado una enorme distorsión social que se traduce en desigualdades socioeconómicas, en la vulnerabilidad efectiva de muchos ciudadanos y en el cuestionamiento al orden político imperante. Es claro que la mayoría de esta población excluida de la movilidad social ascendente se encuentra en el ámbito rural y en las ciudades del interior poco densificadas. Lo que ocasiona una fractura social y cultural considerable. Pues se forman dos países. Por un lado, los espacios urbanos, donde la movilidad social hacia arriba ha sido y es posible. Y, por el otro, los ámbitos donde la movilidad social ascendente es muy limitada o inexistente. He ahí una de las explicaciones del conflicto de mentalidades que se observa actualmente, a luz de los resultados de las recientes elecciones.

El gobierno que inaugura sus funciones en julio del 2021, deberá tener, a nuestro juicio, la enorme responsabilidad de no generar un aumento considerable de la pobreza. Y, asimismo, la responsabilidad de crear condiciones sostenibles y sustentables para la movilidad social ascendente en los espacios donde no ha sido posible. Si queremos continuar como nación, deberemos acrecentar, con todos los medios posibles, el número de compatriotas pertenecientes a las clases medias.

 

Lea la columna del autor todos los lunes en Rpp.pe

Sobre el autor:

Ricardo L. Falla Carrillo

Jefe del Departamento de Filosofía y Teología de la UARM

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