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22 marzo, 2021

[Artículo RPP] Ricardo L. Falla: La vida a través de Mahler

Por razones públicas y sanitarias que hoy observamos por doquier, algunos caen en abismos insospechados. Otros, desarrollan maneras de resistencia interior para sobrellevar este tiempo de durezas extremas. Este artículo está escrito en clave personal, como una forma resistencia ante todo lo vivido.

Conocí la obra de Gustav Mahler (1860-1911), cuando aún era un joven estudiante universitario. Mientras estudiaba desde algún texto, escuché en la radio la primera sinfonía, “Titán”, del gran compositor austriaco. Al día siguiente, fui a la biblioteca y busqué toda la información posible sobre Mahler, anotando, detalladamente, cada una de sus obras con el deseo de poder hallarlas luego. Poco tiempo después, en un cine club limeño, vi “Muerte en Venecia”, de Luchino Visconti, hermosa película basada en la obra homónima de Thomas Mann. A lo largo de todo el film, se podía escuchar, de manera omnipresente, el célebre “adagietto” de la quinta sinfonía de Mahler. Pocas veces la unión entre argumento, imagen y sonido, alcanzó un nivel de perfección tan logrado.

Al tiempo, empecé a adquirir todas las grabaciones que pude de Mahler. Disciplinadamente, me propuse ingresar a la totalidad del universo musical mahleriano, convencido que en su discurso sonoro había algo bastante más que hermosa música y que, más bien, se trataba de una visión completa del mundo y de la condición humana. Con los años, esta intuición de comprobó cuando conocí su segunda sinfonía, “Resurrección”, y la impresionante tercera sinfonía, que incluía una hermosa musicalización del “Canto de la medianoche” de Nietzsche. Por mucho tiempo, asumí ambas obras como la concreción de mis propias expectativas vitales y espirituales. Cómo no asumir una visión afirmativa de la existencia, cuando un mar de voces, en el movimiento final de la “Resurrección”, exclama: “Resucitarás, si, resucitarás corazón, vivirás para no morir”. O, en la tercera sinfonía, con una profundidad sobrecogedora, la contralto nos dice a partir del texto nietzscheano: “el mundo es profundo, más profundo de lo que el día pensó”.

El interés por la obra de Mahler, me llevó estudiar, con detalle, el “Canto de la Tierra”, la octava sinfonía (“la sinfonía de los mil”) y la suma perfección de su obra, la novena sinfonía, que, a diferencia de la de Beethoven, se extingue, lentamente, en la nada. Esta pasión consciente, me llevó a adquirir, poco a poco, la obra integral de Mahler, con diferentes versiones. También, a tener una bibliografía selecta sobre el compositor austriaco, que me ha permitido adentrarme en el universo mahleriano. Todo esto, me condujo a escribir un ensayo sobre Mahler, uno de los que más quiero y que fue publicado hace un tiempo en otro país.

A veces me han preguntado, cómo siendo peruano me he interesado tanto en la obra de Mahler. De todas las respuestas que he dado, se me viene a la mente una que ofrecí a un grupo de colegas y estudiantes en Costa Rica. En aquella oportunidad, les dije que en Mahler encontraba la síntesis utópica que deseo para mi país; elementos aparentemente disímiles que logran confluir en aquel “mare magnum sonoro mahleriano” (frase genial de Eugenio Trías), donde la “banda pueblerina del cura” se confunde con cobres torrenciales y, las cuerdas, nos sumergen interior de la misma historia humana. La supuesta fragmentación logra ensamblarse en una unidad verosímil desde la voluntad de la creación.  La otra explicación, es personal. Y tiene que ver con los valores que le dan sentido a una vida: la verdad y el bien, precisan de la belleza para resplandecer. Y esa unidad entre verdad, bien y belleza, la encontré en algunos grandes compositores, como Mahler.

 

Lea la columna del autor todos los lunes en Rpp.pe

Sobre el autor:

Ricardo L. Falla Carrillo

Jefe del Departamento de Filosofía y Teología de la UARM

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