Podemos conmemorar y celebrar al mismo tiempo. Reconozcamos la fuerza de millones de mujeres que, desde donde están, contribuyen a la sostenibilidad y la equidad de nuestro mundo, y cuyas luchas diarias son loables.
El 8 de marzo esperaba el abrazo de mi hijo por el Día Internacional de la Mujer y me dijo que no se celebra, sino que se conmemoran sus luchas. A mi juicio no se oponen, cada lucha librada por las mujeres en el campo público o en la vida íntima ha supuesto enfrentar las violencias y las distintas formas en que se manifiesta el dominio patriarcal y machista, y ese logro ganado por más pequeño que parezca es digno de celebración porque constituye una reafirmación de quienes somos y el deseo de una vida buena.
Es buen motivo para reconocer en medio de esta segunda ola de pandemia a las millones de mujeres que habiéndose precarizado su situación laboral, luchan a diario por el sustento familiar. A las incansables de las Ollas Comunes que han generado los nuevos fogones públicos en donde se juntan para asegurar la alimentación de sus familias, acompañándose y cuidándose mutuamente, allí donde el Estado no tiene capacidad de llegar sostenidamente. Celebremos la vida y conmemoremos las luchas de las mujeres indígenas y campesinas que hacen parir los alimentos de la tierra con cariño, con cuidado y dedicación, con ese mismo cariño con el que crían a sus hijos y a sus animales; celebremos a las que cuidan los bosques, las que protegen las fuentes de agua, las que curan con plantas manteniendo vivos los secretos de los ancestros, las ronderas y las que resguardan las fronteras para evitar los contagios y las que interceden ante los seres poderosos por el equilibrio armónico de la pacha mundo.
Celebremos la vida de las mujeres que desde otros lugares de poder hacen uso de sus privilegios como políticas, artistas, académicas, empresarias e influencers, para exponer y denunciar lo que acontece a otras mujeres, amplificando sus voces para que sean escuchadas. No olvidemos a las maestras: alfabetizadoras, comunitarias, las de educación básica y superior, mediadoras y sembradoras de conocimientos, acompañantes incansables de sus estudiantes, comprensivas, cariñosas y empáticas, inventoras de mil metodologías para que sus estudiantes aprendan.
Celebremos con dolor y con lágrimas en los ojos, la vida de las mujeres que la pandemia y sus daños colaterales nos arrebataron: madres, abuelas, amigas, hermanas y maestras, que ya no están con nosotros físicamente, pero que sostenemos en la memoria porque hay mucho que recuperar de sus caminares y sus huellas son profundas e indelebles.
Un día del año destinado a celebrar y conmemorar las luchas de las mujeres es una oportunidad para pedagogizar en la familia, escuela, comunidad, medios de comunicación y redes, el significado de esta fecha. Pero no basta, muchas mujeres sin importar la edad, la clase o la etnia, podemos vivirlo intensamente cualquier día del año al reconocer en nosotras mismas y en otras mujeres, que nuestras vidas son muy importantes, que nuestros cuerpos son hermosos, que nuestras luchas son loables, que nuestro corazón es inmenso y que tenemos el poder y la fuerza para cambiar realidades.
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Sobre el autor:
Rossana Mendoza Zapata
Docente de la Escuela de Educación de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya