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21 enero, 2021

[Artículo RPP] Rossana Mendoza: El Bicentenario y los muertos de la infelicidad

Aún podemos generar un nuevo relato del Bicentenario, que no deje fuera a los que lucharon por la libertad, por la educación, por las ocho horas, por un trabajo digno, por sus tierras, por los bosques, por el agua, por la justicia, por sus derechos.

La presidenta o el presidente que juramente en julio asumirá la responsabilidad de mirar atrás para conmemorar el Bicentenario de la independencia nacional. Puede hacerlo desde el balcón de Huaura, desde la suite de un hotel en Lima, desde una cumbre de la hermosa cordillera de los Andes o desde una pequeña comunidad en medio del bosque amazónico, porque tan importante como el tiempo es el lugar desde donde avistar y enunciar la palabra.

Es evidente entre las familias, que el Bicentenario ha perdido brillo y tono celebratorio, tal vez por la pandemia, el empobrecimiento y la crisis política; tal vez porque se convirtió en un horizonte lleno de promesas incumplidas por los distintos gobiernos de turno; o porque la vida de muchos en la periferia no ha cambiado significativamente tras largo tiempo de opresiones, como nos lo recuerdan los genocidios durante la época del caucho o del conflicto armado interno; los asesinatos selectivos de los defensores de la tierra y de los bosques amazónicos, o los soldados caídos en guerras pérdidas con anticipación.

Pero, si nuestra memoria es corta tengamos presente a Jorge Yener Muñoz (19), Reynaldo Reyes (20 años) y K.N.R.D. (16) muertos durante el paro de los trabajadores de la agroindustria en diciembre; a Inti Sotelo (24) y Bryan Pintado (22) muertos en las calles de Lima mientras se manifestaban el 14N; Roberto Carlos Pacheco (34) y Benjamín Ríos (25), jóvenes indígenas asesinados en Tambopata y Alto Ucayali respectivamente al igual que otros tres defensores de los bosques amazónicos; tampoco olvidemos a Ronald Mamani (19), soldado asesinado en su puesto de control en Ilave durante la pandemia en marzo pasado. Son hijos de la república, muertos de la infelicidad, de la codicia y del poder político abusivo. Son siete jóvenes menos, siete voces silenciadas que junto con otras miles pueden ser de una fuerza descomunal multiplicadora para reinterpretar el Bicentenario y darle un sentido humano con menos personajes y más personas, un Bicentenario con memoria que nos integre a todas y todos.

Para los pueblos originarios el pasado no está detrás, está adelante y está vivo en la memoria de sus ancestros, es un pasado que enseña y guía el presente, no se archiva en libros ni es vetado para nadie, se conserva y se cuida colectivamente para que pueda ser actualizado con sabiduría en el día a día. Bien podemos aprender para generar un nuevo relato del Bicentenario, que no deje fuera a los que lucharon por la libertad, por la educación, por las ocho horas, por un trabajo digno, por sus tierras, por los bosques, por el agua, por la justicia, por sus derechos. A fin de cuentas, por la vida misma. Espero que este 2021 sea un año de memoria, que la indignación y la esperanza se apropien de nosotros, que el deseo por la transformación siga calentando el corazón, porque a mi entender, es el camino para refundar nuestro amado Perú.

 

Lea la columna de la autora todos los viernes en RPP.pe

Sobre el autor:

Rossana Mendoza Zapata 

Docente de la Escuela de Educación de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya

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