La trata de personas con fines de explotación sexual a veces aparece en los medios como noticia, pero no lo es, cada día miles de mujeres de toda nacionalidad son víctimas mientras sus Estados no legislan ni ejecutan políticas para protegerlas.
Unas mujeres venezolanas fueron rescatadas por la policía nacional en un prostíbulo de Los Olivos, eras prostituidas por sus propios compatriotas. La noticia ocupó titulares en todo tipo de prensa nacional e internacional y los comentarios en redes sociales son de lo más diversos, pero la mayoría son machistas e inhumanos.
Hay comentarios que ponen en duda su condición de víctimas, otros provenientes de los países vecinos donde tratan a los peruanos de escasos de razón (por decirlo con un eufemismo) por recibirlas y protegerlas, otros comentarios que hacen referencia a su apariencia intentan justificar su prostitución. Las expresiones de discriminación van y vienen en un fuego cruzado xenofóbico entre latinoamericanos. Ya no se trata de las migrantes, se trata de las mujeres “aquellas” que solo sirven para el sexo y que a nadie importan y de los hombres “aquellos” que solo buscan el sexo y que están en el poder.
Qué difícil es ponerse en zapatos ajenos. No basta tener que salir forzada por la crisis en tu país, abandonar familia y buscar sustento desesperadamente, a eso se suma el engaño (que es la máscara de la trata de personas) y terminar prostituida por propinas. La misma historia de muchas mujeres, peruanas y extranjeras, de aquellas, las más empobrecidas, las abandonadas, las que no tienen familia, las violentadas, las que cuentan con limitadas agencias para enfrentar la adversidad y, entonces, el inevitable camino al vacío está trazado.
Súmele a esta situación -ampliamente normalizada- otra ecuación perversa: estigma + discriminación y, entonces, las posibilidades de perderse en la marginalidad y el abandono se incrementan exponencialmente. En el Perú, las mujeres jóvenes, afrodescendientes o amazónicas (y últimamente las migrantes venezolanas), empobrecidas, sin pareja, con hijos, y otro tanto de situaciones, componen el perfil de la mujer que puede ser convertida con mayor facilidad en objeto y en víctima de trata. Bajo el machismo y el patriarcado se les negará su condición humana y a esto le sigue o le antecede la discriminación que no se calma, que no se apacigua con nada y que perpetúa la impunidad. Sino ¿Cómo explicamos que las políticas contra la trata de personas sean tan escasas en el Perú? ¿Cómo explicar que todos los días niñas y jóvenes peruanas y extranjeras terminen lejos de casa y prostituidas en torno a centros mineros, barrios periurbanos y otros de alta peligrosidad?
La noticia de estas mujeres ha sacado lo peor de muchas personas, ese ofensivo e injustificado desprecio hacia las mujeres venezolanas. Pero también ha aflorado el lado sensible, esa empatía que viene de una mujer hacia otra cuando piensa en sus hijas o en sus hermanas que no están a salvo, que no están libres de riesgo. Es el comienzo, conmovernos y reflexionar, de allí solo queda un paso para la movilización con la plena conciencia de que sobrevivimos en un sistema que nos mata y nos oprime. Toca hacer la tarea, educar a los nuestros, cuidarlos y protegerlos, denunciar, salir a las calles e impedir que ninguna otra mujer sea lanzada al vacío.
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Sobre el autor:
Rossana Mendoza Zapata
Docente de la Escuela de Educación de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya