Ojalá que la mayor cantidad de estudiantes puedan retornar a la presencialidad o por lo menos a la semipresencialidad, porque la escuela no es sólo para recibir clases siguiendo un currículo por competencias, es un escenario para el encuentro, el juego, el cariño, y mucho más.
Una reciente encuesta de Celag Opinión Pública- COP expone que más de un tercio de la población peruana de 18 a 70 años tiene sensación de incertidumbre, 20.6 % de angustia y 16,5 % de enojo debido a la situación nacional. Es muy probable que las niñas y niños compartan esas sensaciones al perder a sus familiares y vecinos, padeciendo la crisis económica, enfrentando la violencia y muchos sin haber podido estudiar el 2020. Lo cierto es que ya no somos los mismos del año pasado ni del anteaño porque no hay peruano que no haya sido afectado por la pandemia, aun así, en estas difíciles condiciones se debe comenzar el año escolar.
Esta misma encuesta presenta otro dato interesante frente a la posibilidad que se modifique la Constitución: el 47,4 % priorizaría como temática esencial la mejora del sistema educativo ¿Será que las familias se están convenciendo que este sistema les ha fallado y que su configuración y funcionamiento ya no asegura la educación que sus hijas e hijos necesitan? Independientemente a si resulta indispensable una nueva constitución para una reforma educativa, se puede interpretar que casi la mitad de la población percibe un agotamiento de este sistema educativo, más preocupado en hacer llegar el servicio bajo orientaciones del nivel central, sin responder necesariamente a las demandas reales que pueden ser diversas en cada región e incluso en cada localidad.
Y es que, una vez expuestas las desigualdades en la educación, experimentando otras maneras de educar (por ejemplo, en la casa o en la comunidad), y evidenciadas las demandas del mundo global/local, cabe preguntarse qué educación requieren nuestras niñas, niños y jóvenes, qué es lo que debieran aprender y para qué. En otras palabras, son los sentidos de la educación formal los que hoy se ponen en cuestión en medio de una crisis sanitaria, económica, alimentaria y ecológica de gran magnitud. Si bien no lo resolverá el actual gobierno de transición, el nuevo gobierno tendrá que planteárselo y sin miedo abrir el paso a una nueva reforma educativa.
En lo inmediato para el 2021, el MINEDU ha normado cómo debe ser el buen retorno al año escolar, las condiciones a considerar dependiendo de cada escenario en el cual las familias serán parte de las decisiones de retornar en la modalidad virtual, semipresencial o presencial. En ese sentido es importante señalar que las evidencias científicas (Estudio OPS-feb 2021) muestran que las niñas y niños hasta los 10 años aproximadamente son menos propensos a contagiarse de COVID-19 y transmiten menos el virus, lo cual puede favorecer los retornos a la presencialidad en los primeros cinco ciclos de la educación básica sin mayor dificultad. Ojalá que la mayor cantidad de estudiantes puedan retornar a la presencialidad o por lo menos a la semipresencialidad, porque la escuela no es sólo para recibir clases siguiendo un currículo por competencias, es un escenario para el encuentro, el juego, el cariño, la organización; también para recibir alimentos, cuidados y protección, aspectos indispensables para su bienestar que contrarrestarían la incertidumbre y la angustia.
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Sobre el autor:
Rossana Mendoza Zapata
Docente de la Escuela de Educación de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya