En el Perú la violencia se distribuye territorialmente y no nos hemos enfocado en esa cartografía. Cuatro ambientalistas han sido asesinados en medio de una pandemia que mucho tiene que ver con nuestra vinculación con la naturaleza y los ecosistemas ¿Hasta cuándo la violencia?
La violencia trastoca todos los límites y para definir algo se necesita de límites que nos permitan contenerlo. Del mismo modo, la violencia tiene una capacidad para destruir fronteras o límites que en muchos casos son más violentos que la misma posibilidad de cruzarlos, desestabilizarlos o destruirlos. Aquí, el énfasis en lo corporal tiene que ver con acentuar el hecho de que vivimos en un mundo relacional y que somos vulnerables. Las violencias peores son las que niegan esas vulnerabilidades y esa relacionalidad. Nosotros vivimos en un sistema económico que todo el tiempo corta las relaciones entre los sujetos, los desprotege y los hace vivir como individuos desvinculados. Este sistema los explota, los agota y además los despoja de territorios.
Puesto que el Perú es un país atravesado por múltiples violencias que se han incorporado y forman la manera en que las personas sienten su experiencia cotidiana, no es normal vivir bajo amenazas constantes. En el Perú la violencia se distribuye territorialmente y no nos hemos enfocado en esa cartografía. El énfasis en la corporalidad tiene que ver con pensar muy localizadamente desde la experiencia del sujeto ya que las formas de poder están encarnadas y se sienten, como viene ocurriendo desde abril, en medio de la pandemia, con los asesinatos de Arbildo Meléndez Grández (Huánuco), en mayo de Gonzalo Pío Flores (Junín), en julio de Lorenzo Wampagkit (Amazonas) y ahora con el asesinato de Roberto Carlos Pacheco (Madre de Dios). Todos ellos defensores de la naturaleza, del derecho que ella posee de no verse violentada ¿Hasta dónde llegarán las expresiones de violencia?
Lo que sabemos hasta ahora es que la pandemia nos ha hecho reinterpretar muchas condiciones vitales pero no articularlas. La violencia contra los defensores de la naturaleza está relacionada con nuestra capacidad como país para reconocer que la casa grande es vulnerable y necesita protección no solamente de cuerpos comprometidos políticamente sino de leyes que le brinden una condición digna. Por eso no podemos situarnos bajo la condición de opresión que significa perder el deseo de cambiar las cosas, aunque el sistema lo impulse, ya que al respecto algunos ecologistas, sean del campo científico o social, han señalado que las medidas tomadas en proporción a la crisis medioambiental suponen que no hemos ido con suficiente profundidad a la gravedad del problema.
Hoy es importante priorizar las políticas públicas en medio de una pandemia para evitar muertes injustas como las que vienen ocurriendo hasta el día de hoy. Continuaremos hasta que la violencia NO se haga costumbre. No podemos dejarnos llevar por la coyuntura política ni por declaraciones y hechos que se vuelven virales.
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Sobre el autor:
Soledad Escalante
Docente principal de la Facultad de Filosofía, Educación y Ciencias Humanasen la Universidad Antonio Ruiz de Montoya