Después del vacunagate deben venir tiempos de refundar los comités de ética y configurar las instituciones públicas y privadas en torno a una ética colectiva: el bien común. Sin más, desterrar el aprovechamiento político es tarea principal de nuestra sociedad
Quienes recibieron de manera irregular las vacunas, no tienen excusa alguna para justificar su falta de ética en esta repartija de dosis de Sinopharm que se ha venido realizando desde setiembre del año pasado. Todo esto es una injusticia frente a los más de 300 médicos muertos que dieron todo por detener y enfrentar este virus que ha hecho trizas nuestra salud pública. La ironía se completa cuando nos enteramos que muchos de los privilegiados siguen siendo parte (hasta el día de hoy) de los comités de ética en investigación y consultoría en universidades y ministerios. Todo esto nos remite a la pregunta fundamental de toda profesión y más aún de toda vida humana: ¿en qué consiste una actitud ética?
Para aproximarnos a la respuesta, volvamos a los principios éticos de Sócrates y coloquemos algunas contextualizaciones: ¿qué tipo de persona vale la pena ser? ¿Es peor cometer una injusticia o padecerla? El diálogo en el que Sócrates aparece defendiendo estas ideas es el Gorgias. Polo, un interlocutor, empieza diciendo que el injusto es el más feliz de todos. A esto, Sócrates le demuestra que es imposible que el injusto sea el más feliz porque, en realidad, el injusto es un desgraciado, el más desgraciado de todos, porque cometer injusticia es el peor de los males, un mal que no solo afecta el cuerpo sino también afecta el alma (el sentir de un pueblo necesitado que sufre). Aunque el injusto (el “vivo”) pueda ser subjetivamente feliz, se trata en realidad de la felicidad de un infeliz. Esta felicidad es en realidad una desgracia, no es el mejor estado al que pueda llegar el hombre, sino el peor.
Es así que en ese momento aparece otro personaje, Calicles, un defensor del derecho del más fuerte, que empieza a discutir todo lo que venía diciendo Sócrates. Para Calicles, hay que distinguir entre naturaleza y ley, y eso es una distinción que Sócrates no estaba haciendo. Por naturaleza es, ciertamente, peor sufrir una injusticia, pero por ley es peor cometerla. Sócrates argumenta que, aunque cometer injusticia puede tener consecuencias “buenas” ya que el injusto consigue más que los otros (como se puso en evidencia estos últimos días), cometer injusticia tiene consecuencias nefastas para el alma o se podría decir para la conciencia pública (en este caso, la carrera profesional de cada uno de los involucrados). Sócrates dice que la injusticia deja cicatrices en el alma, que la hace fea, aunque esa fealdad no sea visible desde el exterior y sea solo interna o incluso se vista de grandeza (prestigio). Resumiendo, la idea central de la ética socrática es que cometer una injusticia es peor que sufrirla. Pero no es que el que sufra injusticia no sea desgraciado. Ambos lo son, pero es más desgraciado el que la comete. Para ello no hay que querer a priori ni uno ni lo otro. En el fondo la ética socrática es también una ética de las consecuencias: de las consecuencias que determinado acto tiene para el alma de cada uno (traslademos el alma al sentir de una nación como la nuestra). El consecuencialismo no acierta cuáles son las consecuencias relevantes, qué consecuencias dan valor moral a una acción. Por encima de todo hay que mirar la consecuencia principal: ¿en qué me estoy convirtiendo si hago esto?
Observemos los paralelismos entre la propuesta ética de Sócrates y lo que nos acontece como sociedad peruana. Hasta el día de hoy muchos de los involucrados siguen en sus puestos sin mover un solo dedo para renunciar. Lamentablemente hemos visto que muchos se escudan desde su posición o privilegio, por lo que la falta de actitud ética se hace evidente, una vez más. Todo esto nos genera rabia y frustración ya que no estamos para seguir apelando a la conciencia personal, sino que ahora apelamos al escrutinio público. La memoria será fundamental para ello. Enhorabuena las acciones legales ya iniciaron su curso, ahora esperemos que esta sea una valiosa oportunidad para refundar los comités de ética y configurar las instituciones públicas y privadas en torno a una ética colectiva, es decir, al bien común. Sin más, desterrar el aprovechamiento político es tarea principal de nuestra sociedad. Por eso, todos estamos involucrados en el cambio. Lo peor de todo es cometer una injusticia para que otros la padezcan.
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Sobre el autor:
Soledad Escalante
Docente principal de la Facultad de Filosofía, Educación y Ciencias Humanasen la Universidad Antonio Ruiz de Montoya