Ante el desconocimiento de lo que sucederá, el ser humano se vuelve un ser de prevenciones y lo que venimos haciendo como nación en el proceso de vacunación es valiosísimo para nuestro futuro.
El ser humano no vive acelerado por acto voluntario. Caminamos en una ola de aceleración desde hace milenios, lo demuestra su estructura evolutiva. El ser humano no abandona un camino empezado, sino que por alguna superación del trauma o estrés busca repetir lo que ya hizo. En ese sentido, el ser humano olvida muy poco, mucho menos lo que ha funcionado alguna vez. Esto es en escalada, ya que el proceso del ser humano es un proceso de recursividad en donde aplica situaciones aprendidas en nuevos escenarios, las transfiere y de esta manera innova y las transforma. Por eso, a partir de esta dualidad de repetición y recursividad el ser humano siempre acaba intensificando lo que funciona.
Esto indica por qué el ser humano es tan improbable en su relación con el futuro, lo termina convirtiendo en un ser de prevenciones. Nos gusta prevenir el futuro y la prevención de esta es la clave de toda situación de escalada. Porque no sabemos cómo será el futuro necesitamos competencias, dispositivos muy plurales (disponibles) para cualquier situación de emergencia. Esto genera la garantía de asegurar el futuro mediante la ganancia de tiempo, una posibilidad de llegar antes a la solución, de llegar antes a contemplar el futuro.
La reflexión no gira en torno a lo apocalíptico como dispositivo cultural en el mundo sino al proceso de vacunación que viene ocurriendo en nuestro país. Ante el desconocimiento de lo que sucederá, el ser humano se vuelve un ser de prevenciones y lo que venimos haciendo como nación es valiosísimo para nuestro futuro. Es un proceso que inició lento y no está exento de críticas, desde el no muy lejano 7 de febrero, día en que se inocularon las primeras dosis y que se trasladó a la quincena de marzo el inicio de la vacunación a los mayores de noventa años. Podemos criticar muchas cosas, pero no podemos descartar bajo ninguna circunstancia que el Perú sabe llevar a cabo campañas de vacunación exitosas y la evidencia es muy clara al respecto. Desde esta tribuna celebramos el éxito del proceso hasta el momento y alentamos a continuar fortaleciéndolo para que más peruanos y peruanas accedan a la dosis completa.
Hasta el momento más de 3 millones de peruanos recibieron su segunda dosis contra la COVID-19 y se prevé vacunar a más de un millón de personas pertenecientes al grupo etario mayores de 50 años. Para atender a la población se desplegaron más de 1200 brigadas que pertenecen al MINSA, Diresa, Essalud y las FF. AA. Sin embargo, regiones como Madre de Dios y Puno aún se encuentran con un índice de vacunación bastante bajo con menos del 3.5% de avance en ambos casos. Asimismo, Ucayali con un avance del 4.31% seguido de Cusco, Cajamarca y Piura. Estos índices corresponden al proceso que se realiza en grupos etarios, pero no hay que perder de vista su avance en las próximas semanas ¡A seguir con la esperanza y con los cuidados!
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Sobre el autor:
Soledad Escalante
Docente principal de la Facultad de Filosofía, Educación y Ciencias Humanasen la Universidad Antonio Ruiz de Montoya