Los datos no son neutros, sino que cargan a sus espaldas un sesgo. Muchas veces importa más lo que se calla que lo que se quiere evidenciar. No olvidar que su misma recolección ya implica ignorar determinados aspectos de la realidad.
La transmisión de datos y su escrutinio diario es más que un desolador ritual en estos días. Si bien estos datos deben orientarnos a establecer medidas concretas basadas en evidencia, algo no está ocurriendo bien porque, al parecer, no los estamos leyendo críticamente, de tal manera que sea posible identificar estrategias para combatir esta inexorable segunda ola. La medición clarifica ciertas complejidades sociales, pero no necesariamente las sabe enfrentar, por ello debemos atender no solo a las ciencias humanas sino integrarlas con las ciencias sociales. Este gobierno de transición no puede seguir expectante de los datos sin tomar medidas reales. No puede ser posible que regiones o provincias se encuentren en una situación mucho peor que en la primera ola.
Es importante preguntarnos por la calidad de los datos y su escasez en muchos casos a la hora de dar respuestas, además de lo fragmentados que resultan al momento de elaborar políticas públicas en nuestro país. Pero no solamente nos enfrentamos a esta escasez y mala interpretación de datos sino a una campaña indolente de desinformación por parte de sectores ultraconservadores que buscan desestabilizar y agudizar las contradicciones de la sociedad en cuanto a la información. Los datos cuantifican, pero no necesariamente producen el binomio verdad-realidad, esta última es más amplia y muchas veces el sentido común, entendiéndolo como lo mínimo indispensable, termina por procesar mejor la información y permite tomar mejores decisiones.
Los datos no son neutros, sino que cargan a sus espaldas un sesgo. Muchas veces importa más lo que se calla que lo que se quiere evidenciar. No olvidemos que su misma recolección ya implica ignorar determinados aspectos de la realidad. Pero este no es un problema reciente ni mucho menos evidenciable a partir de la pandemia, sino que se ha venido normalizando en el intento de construir una sociedad sobre datos cuasi ausentes, sobre poblaciones vulnerables no identificadas, sobre situaciones laborales camufladas para no ser expuestas, sobre comportamientos sociales que no se reconocen a primera vista (tal y como ocurrió en las protestas pacíficas para derrocar el ilegítimo gobierno de Merino), entre otros.
No solamente se trata de medir sino de saber qué medimos y para qué, en ese sentido, con una adecuada orientación las decisiones políticas estarían mejor conducidas y no tendríamos que padecer esta falta de conocimiento real de nuestro tan complejo y variado territorio. Vemos que, según Sinadef, esta vez el ritmo de contagio es constante en casi todos los territorios a diferencia de la primera ola, las defunciones aumentan casi al mismo tiempo y las respuestas son insuficientes ¿Y si pensamos en la colectividad en vez de la mayoría? No saldremos de esta pandemia si seguimos con la misma lógica de entender la sociedad a partir de datos que no refieren a un conocimiento profundo de las dinámicas sociales.
El presidente anunció medidas frente a este desconcierto de cifras. Se decidió establecer una cuarentena social obligatoria en determinadas regiones, básicamente las que se encuentran al centro occidental del país, mientras que en las demás se establecieron medidas poco menos restrictivas. Hasta aquí una solución a partir de datos de contagios, defunciones y disposición de camas UCI, sin embargo, esta solución no será integral sino se atiende a las necesidades básicas de las familias que viven en la informalidad y buscan sobrevivir día a día. Hoy más que nunca es fundamental integrar a las organizaciones sociales que se encuentran en la periferia llevando a sus espaldas una titánica tarea de atender a la población más vulnerable. Ya aprendimos la lección de la primera ola, el gobierno no tiene la capacidad para llegar a todos los sectores, sin embargo, sí tiene la capacidad para conectar su asistencia con las ollas comunes y comités de vigilancia. Procuremos que los emprendimientos pequeños y familiares sean nuestro soporte en estos días ya que es nuestra humanidad (una mirada solidaria e integradora) la que nos permitirá resistir.
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Sobre el autor:
Soledad Escalante
Docente principal de la Facultad de Filosofía, Educación y Ciencias Humanasen la Universidad Antonio Ruiz de Montoya