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24 octubre, 2018

[Artículo] Salud mental en desastres y emergencias

       Hace algunas semanas se cumplieron 11 años del terremoto de 7,9 grados en la escala de Richter que sacudió Pisco y dejo graves daños en Cañete, Chincha y Huancavelica. Como resultado de este terremoto se produjeron 496 muertes, más de 1500 heridos y miles de damnificados. Se vieron afectadas viviendas (destruidas completa o parcialmente) el patrimonio histórico y cultural, vías y carreteras, y se produjeron graves daños en el suministro de servicios básicos cómo agua, luz o servicios de salud.

Estas cifras, si bien componen un panorama que es importante conocer y nos informan de la gravedad de los eventos, también son comúnmente el foco que le damos a los perjuicios producidos por un desastre natural, dejando de lado los daños en la salud mental que estos puedan producir. Poco se habla de las afectaciones emocionales, del deterioro del tejido social o de los proyectos de vida afectados por estos sucesos. Hay una reconstrucción de la que nadie habla y es la de la vida comunitaria, que compone y sostiene el tejido social.  

A raíz del terremoto en Pisco, el gobierno peruano planteó una serie de acciones y políticas con el objetivo de reconstruir las zonas afectadas. Construcción de viviendas temporales y permanentes, bonos de vivienda, asfaltado de calles, construcción de hospitales e infraestructuras para la dotación de servicios de agua, desagüe y luz eléctrica, programas de mejora alimentaria y de prevención de enfermedades. Entre estas políticas también se encontraban, aunque en menor medida y con considerablemente menor presupuesto, las de atención en salud mental. Sin embargo, poco se hizo concretamente desde el estado en torno a la recuperación de la salud mental comunitaria y al fortalecimiento del tejido social de estas comunidades.

Fueron principalmente las organizaciones no gubernamentales, la cooperación internacional y las entidades privadas, entre ellas las universidades, las que propusieron y lideraron un trabajo más integral de la salud mental con un enfoque psicosocial comunitario.

Ante la crisis, estas instituciones realizaron intervenciones que estuvieron centradas, en un inicio, en brindar atención psicológica a la ciudadanía afectada, a las y los cuidadores y responsables de los servicios de atención, a las autoridades y líderes comunitarios mediante espacios de contención y escucha. Buscaron fortalecer los recursos individuales y comunitarios propios para que estos pudieran volver a funcionar como lo hacían antes de la emergencia y contribuir a la mejora de sus capacidades de organización y gestión.

 

Lea el artículo completo en la Revista Ideele N° 282

 

Sobre el autor:

María Eugenia Maguiña Lorbés

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