En la nueva “normalidad”, uno de los derechos fundamentales que más se ha visto afectado es el poder despedirse de quienes fallecen. Las medidas actuales en relación con los funerales por COVID-19, a los que solo pueden asistir 5 familiares directos, y el hecho de que no son posibles los velorios ni acercarse al féretro que deberá permanecer cerrado, dificultan profundamente el inicio del duelo por la pérdida. Y es que la pandemia no solo nos ha sometido al confinamiento, sino que nos impide continuar con las tradiciones que nos definen.
El rito del velorio es un espacio que permite a los familiares y amigos compartir recuerdos del fallecido, llorar y ser sostenido por los demás, además de ser una prueba de lo irreversible de la muerte. Sin estas ceremonias, especialmente en el caso de quienes no pudieron participar del entierro o cremación de sus muertos, la irrealidad de la muerte puede complicar mucho el proceso de duelo.
En parte buscando consuelo, o quizá tratando de entender lo que están experimentando, la mayor parte de personas en duelo busca información. Y por lo general lo que encuentran son menciones a las 5 etapas clásicas del duelo señaladas por la doctora Elizabeth Kübler-Ross en su libro On death and dying (1969): la negación, la ira, la negociación, la depresión y la aceptación.
No obstante, teorías del duelo más contemporáneas, como la de William Worden (2013), prefieren hablar de 4 tareas más que de etapas; es decir, se alejan de la visión del proceso de duelo como una cima que debe ser superada y consideran cada tarea de manera independiente y con tiempos variables. Así la persona en duelo puede decidir cuánto está dispuesto a adentrarse en cada tarea, pudiendo incluso experimentarlas de manera simultánea. De acuerdo con esta aproximación más flexible, las tareas son a) aceptar la pérdida, b) elaborar el dolor de la pérdida, c) adaptarse a una realidad sin el fallecido y, finalmente, d) hallar una conexión perdurable con el fallecido a la par que se vive una nueva vida. De estas, particularmente la primera puede ser muy difícil cuando no se ve el cuerpo o no se puede participar de los ritos funerarios que acompañan la muerte, pues la aceptación no solo es racional sino, y, sobre todo, emocional.
En las circunstancias actuales, resulta necesario adaptarse, buscar los medios para despedirse, aunque sea a distancia o tardíamente. Se puede lograr a través de evocar recuerdos del familiar fallecido o expresando las emociones que embargan al doliente, o mediante pequeños rituales personales, como un altar en casa o una reunión virtual, para honrar a quien se fue. De igual manera se debe permitir a quien sufre el duelo recordar siempre que desee a quien perdió, así eso desemboque en momentos de tristeza. Con esas pequeñas acciones, y gracias precisamente a la repetición, se logrará la aceptación de la pérdida.
Artículo publicado en el Diario Oficial El Peruano el 7/08/2020
Sobre el autor:
Sandra Pinasco E.
Jefa de la Oficina de Promoción de la Investigación (UARM). Actualmente dicta el “Taller de escritura personal: yo y el otro” como parte de las actividades de Formación Continua de la UARM.