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6 agosto, 2021

[Artículo] Soledad Escalante: Esculpir la ciudadanía para las mujeres

El desarrollo de una cultura democrática implica la incorporación de un marco ético tanto en el orden jurídico como social, este deberá reconocer la justicia y la libertad –comprendida desde la igualdad– como fundamentos del buen vivir. El Perú independiente surge como una promesa de pocos para otros pocos, sin embargo el Perú de hoy se reconstruye como una promesa de todos para todos, sin exclusión y sin violencia. Como menciona la historiadora Carmen McEvoy, el Perú es una “república agrietada” pero desde ese espacio que significa fractura y desvinculación también surge una esperanza en nuestras venas que son los paisajes del campo, de la ciudad y del espesor de la selva. Toda fractura es una posibilidad de reconciliación, el tiempo de un nosotros.

Existe una complejidad para entender los procesos históricos del país. Tal es el caso de la participación política de la mujer, que desde los albores del periodo republicano se hizo manifiesto tanto en el campo de batalla pasando por su lucha por el sufragio y la actual reivindicación. El proceso de construcción de ciudadanía no es un elemento aislado en nuestra actualidad, todo lo contrario, la ética nos enseña que es una convicción vital, una práctica cotidiana que incluye no solamente a la mujer sino a todos (sin excluir a nadie, entiéndase bien esto).

El sufragio femenino se impulsó no solamente como política del presidente o gobierno de turno, sino que principalmente se debió a la participación de las propias mujeres. La historiografía nos indica que las mujeres no esperaron pasivamente el reconocimiento de sus derechos, sino que usaron muchos medios para lograrlo como la educación, el activismo, la palabra escrita, el ejercicio profesional, entre otros. “Junto con el derecho a la educación y a la participación pública de las mujeres, también vendría el derecho al voto y a la ciudadanía femenina. De ello fueron conscientes las mujeres desde fines del siglo XIX e inicios del XX, que impulsaron la educación femenina escribiendo a favor de ella como lo hicieron las escritoras Clorinda Matto de Turner o Mercedes Cabello de Carbonera, creando escuelas como lo hizo Teresa Gonzáles de Fanning o dirigiéndolas, tal es el caso de Lastenia Larriva de Llona. También hubo mujeres que siguieron una carrera profesional como la cusqueña Trinidad María Enríquez, que estudió Derecho, o Laura Esther Dulanto, que estudió medicina” (Claudia Rosas, 2021). Las generaciones en conjunto esculpieron la noción de ciudadanía para las mujeres, hecho que no queda estático sino que se viene realizando hasta el día de hoy en que se publica este texto. Siguiendo el título del libro de Karen Poulsen, somos ciudadanas y esta no es una sentencia, todo lo contrario, es una necesidad constante.

Con respecto a la protección constitucional a la igualdad política, Violeta Bermúdez (2019) reconoce cinco hitos: el primero fue el voto municipal de la mujer, sancionado por la Constitución de 1933; el segundo fue  la ciudadanía de la mujer peruana, en la reforma  constitucional de 1955; el tercer hito, el voto universal y la igualdad y la no discriminación de la  mujer, sancionadas en las constituciones de 1979 y 1993; el cuarto hito fue la cuota de género en 1997  y el quinto, el reconocimiento constitucional de la representación de género en el año 2002.

Esta igualdad en la participación política presenta dificultades hasta el día de hoy y OXFAM (2014) las resume en seis ítems. La primera limitante es la división público-privada, la segunda es la estructura jerárquica de la sociedad, la tercera barrera es el acoso y la violencia política contra las mujeres, la cuarta barrera es la participación femenina como una experiencia política reciente, la quinta barrera es la ausencia de contenidos de género en la política y la sexta barrera es la representatividad y la imagen de las mujeres en los medios de comunicación.

La paridad y la alternancia en el caso peruano constituyen una medida esperada y necesaria para dar efectividad al derecho de la participación política de la mujer en igualdad de condiciones (Díaz, 2021). Pero no es suficiente, para garantizar un mayor acceso de las mujeres a los cargos de representación es necesario eliminar el voto preferencial. Asimismo, quedan pendientes la promoción de políticas públicas de empoderamiento a las mujeres en la representación formal y en cargos públicos. Tarea que se nos encomienda como una sociedad que es capaz de impulsar transformaciones en búsqueda de una convivencia que tenga todos los puntos de vista posibles.

La esencia de la ciudadanía es tener la libertad de poseer una voz pública y no una cuestión de género y patrones preestablecidos. Hoy somos conscientes de que nuestro voto significa tener una voz que declara libertad, pero eso no es todo. Un proyecto nacional no debería de ser construir una condición, pero estamos en ello y debemos hacerlo desde una dimensión ética, la igualdad es tarea de todos y más de los que tienen el poder.

 

Artículo publicado en el especial Bicentenario de La República el 28/07/2021

Sobre el autor:

Soledad Escalante

Docente principal de la Facultad de Filosofía, Educación y Ciencias Humanasen la Universidad Antonio Ruiz de Montoya

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