Desde la perspectiva de la comunicación democrática las personas o mediadores tienen capacidades y culturas para interpretar la realidad y expresarse; por ello en el contexto de polarización y crisis política que vive el Perú, los manifestantes particularmente del surandino y de la regiones peruanas pugnan por proponer agendas públicas en las calles, debido a que en muchos casos no tienen espacios para entrar al debate, ser escuchados o porque no se encuentran representados con pluralismo en las noticias de los medios tradicionales.
La crisis política que vive el Perú de inicios del 2023 (crisis política que es cíclica y se inició el 2016) es una reedición de las batallas por el poder de las representaciones en los ámbitos políticos y mediáticos, en la que los mensajes y los discursos mediatizados van y vienen, pero donde se resalta negativamente la estigmatización de los manifestantes, que están presentados generalmente en las noticias como terroristas, vándalos o salvajes.
La represión policial contra los manifestantes ha dejado 49 fallecidos entre enero y mediados de febrero.
Gran parte de los fallecidos son jóvenes y niños, recibieron disparos por parte de la policía, mientras manifestaban en Apurímac, Ayacucho, Puno y Lima. Algunos medios como IDL Reporteros, Wayka y La República han realizado investigaciones y reportes que reconstruyen los momentos de la violencia policial. Entre estos trabajo están: “Radiografía de homicidios” (IDL-Reporteros-12 de febrero 2023) y, “No solo una cifra: las vidas detrás de los 48 civiles asesinados en las protestas contra Dina Boluarte” (LR Data-La República-9 de febrero 2023).}
Polarización mediática y participación de los ciudadanos
La realidad frente a las protestas de inicios del 2023, es que los ciudadanos de las regiones tienen escasos espacios para participar y opinar en el debate público; se han ido convirtiendo en actores sociales que irrumpen en la opinión pública, manifestándose en las calles como forma de reacción ante la indiferencia y el abuso proveniente de las autoridades, que se presentan a las elecciones con un doble discurso.
Cuando las informaciones se polarizan desde los medios se pierde de vista la diversidad de voces y el pluralismo, todo se atomiza en unas cuantas personas, que suelen estar en el poder o son los actores más visibles de las fuentes oficiales. Ese es un escenario para la precarización de la información que puede convertirse en sesgo y centralismo informativo, con la consecuencia que se quiebre la credibilidad y la confianza de los públicos hacia los medios que difunden la información.
¿Hasta qué punto las herramientas informacionales pueden generar escenarios violentos y catastróficos de la sociedad? Se sabe que las herramientas de la información y comunicación pueden llegar a acentuar la manipulación y la desinformación. Pensemos en la propaganda nazi, que impuso el poder de la fuerza y la muerte principalmente contra los judíos; también está la transmisión de radio, emitida en 1938 por Orson Welles, sobre un guion literario acerca de la invasión de extraterrestres, que generó histeria colectiva y terror en radioyentes de los Estados Unidos de Norteamérica. A esta lista se suma el papel de los diarios sensacionalistas chicha, entre los años 90 y 2000, con portadas que ridiculizaban y atacaban a los políticos opositores del fujimorismo. Y, por otro lado, el escándalo de Cambridge Analytica que destapó el 2018, la manipulación de perfiles de 50 millones de usuarios de Facebook en favor de la campaña electoral de Donald Trump.
En todos estos casos se encuentran manejos interesados mediáticos y gubernamentales en contra de la población, que se valen de técnicas y herramientas de la información para fines subalternos y de entretenimiento.
Por ello, es importante la insistencia en que los medios, los actores políticos y los representantes de la sociedad civil expongan sus cartas democráticas y apego al bien común. Para eso deben activarse las veedurías, los defensores del lector y de la audiencia, los gremios de periodistas, las políticas públicas de comunicación, las universidades, y la sociedad civil vigilante para que la información contribuya al debate y la discusión sobre temas públicos, no necesariamente sobre la agenda de los medios, sino en la que aparezca la agenda de los ciudadanos.
La disputa de temas y agendas es lo que salta a la vista en la crisis peruana, con medios tradicionales que presentan a actores que van proyectando encuadres de la realidad, desde el lado de los que ocupan el poder, que se sabe están desprestigiados. El problema de estos encuadres es que no se identifica equilibrio informativo y menos pluralidad, razón por la cual los medios están en el ojo de la tormenta de las críticas por presentar aspectos que no son verosímiles con la realidad de lo que está ocurriendo en las regiones, que son el punto de inicio de las protestas peruanas.
La comunicación reactiva
La comunicación reactiva de las manifestaciones sociales de enero último pone en evidencia que se ha roto o no ha existido un vínculo entre el estado y los medios tradicionales con la diversidad de públicos que participan en las marchas, entre los que podemos encontrar campesinos, hijos de campesinos, indígenas, ciudadanos de las regiones del surandino; que por cierto representan grupos de la población que no aparecen como actores referentes en las noticias.
La mayor parte de veces que los provincianos o campesinos aparecen en las portadas y las noticias masivas se da en la cobertura de conflictos ambientales, desastres naturales, accidentes de tránsito, festivales o turismo; pero difícilmente aparecen como sujetos sociales con derechos y libertades, que expresan su opinión. En las noticias, lo provincianos son casi siempre víctimas o personas que generan problemas.
“El Baguazo” del año 2009 y las movilizaciones contra el gobierno de Dina Boluarte (del 2023) se parecen mucho. Se dan en una gran movilización de personas protestando proveniente de los pueblos indígenas y campesinos, y en cuyas manifestaciones hay una fuerte presencia de la policía. En esos escenarios, la protesta callejera se convirtió en un acto de comunicación que revela la reacción de la población andina o amazónica frente a medidas excesivas del estado como la imposición de un TLC en la Amazonía o la represión y el uso de armas de fuego de la policía en contra los manifestantes.
La experiencia asamblearia y comunal que existen en los pueblos andinos y amazónicos forma parte de la comunicación política del asociacionismo de campesinos, indígenas y ciudadanos que se organizan en las zonas rurales para promover su identidad, cultura y proteger los territorios en los que viven desde tiempo ancestrales.
¿Cómo se puede explicar el “Baguazo” sin una cultura awajún de defensa del territorio? ¿Cómo se puede entender las manifestaciones en las calles y el dolor por las muertes de los manifestantes en Puno sin comprender la cultura de los aymara y quechuas, que tienen como práctica ancestral el ayni?
Lo que se puede ver aquí es que existe desconocimiento por las prácticas políticas al interior del mundo rural peruano, en la cual mientras la política es organizada e institucionalizada, la comunicación política surge como parte de ella para establecer buenas relaciones con el entorno y defender derechos frente al estado.
La democracia es gobernar a través de la discusión, por ello la comunicación pública, como parte de la gobernanza, representa una experiencia vital en la cual los actores políticos que han sido elegidos para representar los intereses de los ciudadanos deben (comprender y estudiar este tipo de comunicación) para garantizar espacios para la deliberación y la participación, si en vez de ello se tiene hambruna, sufrimiento y violencia, las capacidades de los gestores políticos se caen y empieza la desconfianza y la violencia.
La comunicación reactiva está detrás de las manifestaciones que aparecen como movilizaciones callejeras, canciones interpretadas por bandas musicales, letreros y pancartas que se exponen en la vía pública. Sin esas expresiones, no conoceríamos lo que le sucede a las personas ni tampoco se ejercería el derecho a la protesta y la libertad de expresión.
Estas expresiones se han extendido por las redes sociales, como las que ha publicado en TikTok @miguelcueto240 en la que se escenifican los enfrentamientos entre civiles y policías en Ayacucho o el video de @cccamascas en la que se ven músicos andinos tocando y cantando en plazas y calles: “Esta democracia ya no es democracia”. En Youtube está el video “Artistas por la memoria – ¡Presentes!”. Mientras que en Twitter y Facebook mensajes de un lado y otro proyectan la situación de polarización que se vive en el país.
La comunicación como reacción frente al centralismo y los medios polarizadores, hay que entenderla como parte de la opinión pública en la que los actores que interpretan diferentes papeles como los políticos, los medios y los ciudadanos conviven en un espacio de fiscalización, pero pugnan por tener espacios de representación y presencia pública.
Hay una crisis de políticos desconectados con los reclamos y demandas de los pueblos y los ciudadanos, si eso no se reconoce en el debate público, en las agendas mediáticas y en las políticas públicas, tendremos más crisis porque las mayorías no se sentirán representadas por los políticos. La violencia no es capaz de atender los pedidos de justicia y verdad, que forman parte de los valores de la comunicación en democracia.
Sin justicia y verdad, las sociedades no prosperan. La comunicación que se necesita promover tiene que ser capaz de reconocer las diversidades y complejidades de la sociedad peruana, en cuyas relaciones sociales hay personas y mediaciones colectivas o individuales que funcionan en las regiones y los pueblos que les permiten existir como culturas y memorias.
El actor social y el mundo de la comunicación rural
Entender el Perú desde el sujeto que habla en su territorio, como miembro de un colectivo, en su pueblo, al costado del río, al pie de la montaña, dentro de un mercado, navegando en su lancha, floreciendo en la cosmovisión y los saberes heredados puede significar completar el desarrollo peruano, para lo cual habría que comprender también que el mundo rural tiene mucho que aportar a la cultura peruana.
Para humanizar la comunicación (en momentos de crisis) hay que escuchar y coparticipar, eso significa un gran acto de promoción del interlocutor, pero en espacios de vida y deliberación. Para ello se requiere una actitud que permita esas acciones y espacios necesarios para la comunicación política orientada al bien común. En medio de la crisis surgen algunas preguntas para repensar el papel de las instituciones y de los pueblos en términos de democratización de la comunicación: ¿Qué instituciones están promoviendo o han promovido encuentros y diálogos en la que participen los pueblos rurales peruanos?
Las instituciones, los políticos, los medios entre cuyos fines está propiciar el bienestar y el desarrollo humano ¿conocen y reconocen la diversidad cultural de los pueblos peruanos? ¿De qué manera los actores de la opinión pública han promovido la diversidad de la ruralidad peruana? ¿Qué medios y comunicaciones tienen los pueblos rurales peruanos para comunicarse y expresar su opinión de manera pública?
No es lo mismo responder estas preguntas desde Lima, que desde los pueblos, por ello es importante escuchar a diferentes actores locales y regionales para tener una lectura lo más cercana posible de las realidades, con el fin de buscar mecanismos posibles de encuentro y participación, que es la base de toda comunicación real. Lo cual no se limita solamente a la transmisión de noticias, o un pedido de diálogo.
Artículo Publicado en Revista Ideele N° 308
Sobre el autor:
Franklin Cornejo