Por su parte, Habermas, por su parte, defendió la idea de que los ideales de la modernidad —racionalidad, libertad y justicia— aún serían relevantes y deberían ser reconstruidos. En obras como El discurso filosófico de la modernidad (1985), argumentó que era posible un diálogo racional que permitiera alcanzar consensos en una sociedad pluralista. Para Habermas, el lenguaje es un medio fundamental para lograr entendimiento y construir una ética comunicativa. En otro texto importante, Teoría de la acción comunicativa (1981), el filósofo alemán había propuesto una “teoría de la acción comunicativa", donde el lenguaje se utiliza para alcanzar acuerdos racionales. La comunicación debe ser libre y abierta para permitir el diálogo y el entendimiento mutuo.
Frente a ello, Lyotard criticó esta visión al considerar que cualquier intento de imponer un lenguaje o norma común podría ser totalitario. Para él, el lenguaje es un juego con reglas cambiantes y no debe ser visto como un medio para alcanzar un consenso universal. Asimismo, rechazó cualquier forma de totalización o universalismo discursivo. Para él, el posmodernismo no es una negación del moderno, sino una aceptación de su pluralidad intrínseca, donde cada identidad cultural debe ser valorada sin buscar una homogeneización. De ahí que el “proyecto moderno”, al no poder dar cuenta de la diversidad, había acabado.
Sin embargo, Habermas sostuvo que la modernidad no había fracasado, sino que está "inconclusa". Para él, los ideales de la modernidad —racionalidad, libertad y justicia— aún son válidos y deben ser defendidos y reconstruidos. De ahí que mientras que Lyotard declaró que los metarrelatos (progreso científico, socialismo, capitalismo, etc.) habían perdido su legitimidad y que debíamos aceptar una multiplicidad de narrativas, Habermas criticó esta postura por considerarla "cripto-conservadora". Para él, el rechazo a los metarrelatos puede conducir a una falta de criterios para evaluar las instituciones y prácticas sociales, dejando a las sociedades vulnerables a la manipulación y al control.
Más allá de estar a favor o contra de Habermas o Lyotard, este debate ha influido intensamente en las discusiones contemporáneas sobre filosofía política, ética y teoría social. La confrontación entre Habermas y Lyotard resalta las tensiones entre los ideales ilustrados y las realidades complejas del mundo actual. Mientras Habermas buscó un camino hacia el entendimiento a través del diálogo racional, Lyotard invitó a reconocer y celebrar la diversidad de voces y perspectivas sin intentar homogeneizarlas. En resumen, la discusión entre Habermas y Lyotard representó dos enfoques divergentes sobre cómo entender y abordar los desafíos de la modernidad y sus legados en un contexto posmoderno. De ahí que ponderar su valor adquiere una renovada actualidad.
Sobre el autor:
Ricardo L. Falla Carrillo
Jefe del Departamento de Filosofía y Teología de la UARM