El modelo es y forma parte de la implementación. Diseñar un modelo, política u estrategia sin considerar los medios de ejecución es algo poco riguroso que tiene altas probabilidades de salir muy mal.
La llegada del coronavirus exhibió la enorme precariedad de nuestro país en prácticamente todos los frentes. Al momento de escribir estas líneas, según el portal estadístico internacional Worldmeter, el Perú presenta la escalofriante cifra de 5 mil 976 fallecidos por millón de habitantes, el peor desempeño a nivel mundial. En un lejano segundo lugar está Bulgaria, que contabiliza 3 mil 953. Por su parte, otras naciones latinoamericanas exhiben números mucho mejores al nuestro, Brasil con 2 mil 854, Argentina 2 mil 543, Colombia 2 mil 480 y México 2 mil 233. Si bien es cierto que el gobierno del expresidente Francisco Sagasti fue el primero a nivel global en sincerar las cifras, ya antes de dicho sinceramiento ocupábamos el primer lugar de muertos en relación con la población, de acuerdo con una investigación publicada a fines de diciembre del 2020 por la revista británica The Economist.
En efecto, la evidencia muestra datos alarmantes. CONCYTEC en un estudio de julio de este año identifica la fragilidad del sistema de salud; Perú tenía 29 camas UCI por cada millón de habitantes, mientras que Brasil contaba con 206, Colombia 105, Chile 73 y Ecuador 69. De igual forma, el coronavirus halló a millones de personas viviendo en condiciones infrahumanas, sin acceso al agua, saneamiento, o electricidad, en construcciones precarias altamente hacinadas. Por otra parte, el transporte público, con bajísimos estándares de calidad contribuía a la aglomeración y por ende al contagio. Por si fuera poco, antes de la pandemia, casi tres cuartas partes de la fuerza laboral trabajaba en un empleo informal, sin derechos laborales. Para colmo de males, un importante porcentaje de la ciudadanía padecía desnutrición, diabetes y obesidad. En el frente político la situación tampoco pintaba mejor, el informe Latinobarómetro del 2021, señalaba que el Congreso y los partidos políticos peruanos eran los peor evaluados de América Latina, mientras que el Ejecutivo era identificado como sumamente impopular. Transparencia Internacional nos ubica en la casilla 94 en su índice de percepción de corrupción, muy lejos de otros países de la región como Uruguay (21), Chile (25), Costa Rica (42), Cuba (63) y Argentina (78).
De cara a estos resultados, las opiniones se polarizaron. Por un lado, algunos afirmaban que la culpa la tenía “el modelo”. Asumimos que por modelo se entiende la estrategia, la hoja de ruta, el arquetipo que se implementó desde hace 28 años para llegar en algún momento a ser un país desarrollado. Por otro lado, estaban aquellos que señalaban que “el modelo” no tiene nada que ver, que el problema estaba en la implementación, es decir en las deficiencias y limitaciones de la gestión pública para administrar de manera correcta y eficiente los recursos del Estado. Ante la enorme precariedad del sector público, era casi imposible satisfacer la necesidad de bienes y servicios que la ciudadanía demanda.
Sin embargo, considero que analizar una situación tan compleja bajo la óptica de los segmentos estancos, de si es uno u otro, resulta estéril y hasta bizantino. En 1978, el profesor de la Universidad de Harvard, Richard Elmore, escribió un texto clásico y fundamental de Ciencia Política que nos ayuda a abordar de mejor manera esta disyuntiva. Elmore argumenta que “las políticas no pueden comprenderse al margen y separadamente de los medios de su ejecución”. Es decir, este catedrático afirma que prácticamente todas las políticas son puestas en práctica por grandes organizaciones, por ende, el conocimiento de dichas organizaciones es un componente crítico y primordial para el éxito o el fracaso. En otras palabras, no es factible definir con certeza lo que una política es ni por qué no se ejecuta si no conocemos a profundidad el funcionamiento de las instituciones.
A manera de conclusión, bajo la óptica elmoriana, el modelo es y forma parte de la implementación. Diseñar un modelo, política u estrategia sin considerar los medios de ejecución es algo poco riguroso que tiene altas probabilidades de salir muy mal.
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