Sin duda las remesas mejoran las condiciones de vida de los hogares que las reciben. En ese sentido, ¿por qué no respaldar que ciudadanos de otros países hagan lo mismo?
La Organización Internacional de las Migraciones define a las remesas como transferencias en efectivo o en especie enviadas por los migrantes a sus familiares en los países de origen. Según datos del Banco Mundial (BM), en el 2019 las remesas a nivel global ascendieron a 706 mil millones de dólares, de los cuales 551 mil millones tenían como destino un país de desarrollo medio o bajo. De acuerdo con esta fuente, en promedio un migrante envía el 15% de sus ingresos y alrededor de 800 millones de personas se benefician de estas transferencias.
Con la llegada de la pandemia el 2020, las remesas demostraron su fortaleza y resiliencia. Cifras del BM indican que estas apenas cayeron 1,6 % respecto al año anterior. Un dato fundamental que esgrime el BM es que en el 2020, las remesas dirigidas a países de ingresos medios y bajos superaron los volúmenes de la inversión extranjera directa (USD 259 000 millones) y de asistencia externa para el desarrollo (USD 179 000 millones).
En el Perú las remesas han tenido un crecimiento constante. El Banco Central de Reserva (BCR) arguye que en un lapso de 31 años los montos enviados se incrementaron casi 40 veces, pasando de 87 millones de dólares en 1990 a 3 mil 592 millones el 2021. En este sentido, solamente en los últimos 11 años, periodo 2010-2021, han ingresado al país 35 mil 105 millones de dólares por este concepto. Los principales países de origen de estos fondos son Estados Unidos, Chile, España, Italia, Japón y Argentina.
El impacto de estas entregas en el bienestar de la ciudadanía ha sido notable. El INEI (2010) identificó que la ciudadanía receptora de remesas es tres veces menos pobre que las personas que no reciben remesas, 7.5% vs 36% respectivamente. En relación con las necesidades básicas insatisfechas (NBI), nuevamente los hogares que reciben dinero del extranjero salen mucho mejor evaluados. Al 2009, el porcentaje nacional de hogares con al menos una NBI era 32%, mientras que en hogares receptores de remesas la cifra bajaba a 11.9%.
El citado informe señala que los destinatarios de remesas cuentan con mejor nivel educativo que la población en general. El INEI afirma que “receptores de remesas cuentan con mejores capacidades para el desarrollo de actividades productivas, puesto que su nivel educativo es mucho mayor que los no receptores de remesas.” En el mismo estudio, se expresa que el 31% de los hogares usufructuarios de estos envíos tiene acceso a internet. En contraste, en los no receptores, el número cae a apenas 9,3%.
A manera de conclusión, podemos destacar dos aspectos sobre las remesas. La primera es que un importante porcentaje de connacionales se ha beneficiado enormemente de estas transferencias. Las cifras señalan claramente que un hogar receptor está en mucha mejor condición que aquel que no recibe. Lo segundo es que esta contundente evidencia debería hacernos reflexionar sobre aquellos extranjeros que están en el Perú y también envían dinero a su país de origen. Si los peruanos estamos en mucha mejor situación gracias a las remesas, ¿por qué no respaldar que ciudadanos de otros países hagan lo mismo?
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Sobre el autor:
Alonso Cárdenas
Docente de la carrera de Ciencia Política de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya