Hagamos un breve recuento (basado en denuncias documentadas por Amnistía Internacional) de la espinosa situación de los derechos humanos en la nación árabe que será sede del Mundial.
La polémica vinculada con el Mundial continúa. Hace pocos días, Joseph Blatter, ex presidente de la FIFA, indicó que la designación de Qatar como sede del máximo evento futbolístico fue un “error”. Responsabilizó de esta situación al exjugador francés y ex mandamás de la UEFA, Michel Platini. Blatter recordó que en el 2010 se dio una cena entre Platini, el entonces presidente francés Nicolás Sarkozy y el príncipe heredero Tamim ben Hamad al Thani. En dicha cena Sarkozy “aconsejó” a Platini votar por Qatar. Seis meses después, revela el diario parisino Le Monde, el emirato compró aviones de combate a Francia por valor de 14 millones 600 mil dólares.
No obstante, desde hace años prestigiosas organizaciones internacionales vienen denunciando la espinosa situación de los derechos humanos en la citada nación árabe. Amnistía Internacional (AI) ha calificado a la competición como “la copa mundial de la vergüenza”, debido a las múltiples y bien documentadas denuncias contra este país. Entre las más graves está la difícil situación de las personas migrantes que trabajan en Qatar. De acuerdo con AI, miles de migrantes continúan sufriendo retrasos o impagos de salarios, negación de días de descanso, condiciones laborales precarias, prohibición para formar sindicatos y obstáculos para cambiar de empleo. A su vez, tampoco se han investigado a profundidad las 15 mil 799 muertes de extranjeros producidas entre el 2010 y el 2019.
Otro aspecto crítico tiene que ver con la libertad de expresión y de prensa. Amnistía Internacional ha acreditado que las autoridades qataríes reprimen a aquellos que mantienen posturas críticas contra el Estado. De igual forma se han registrado desapariciones forzadas, detenciones arbitrarias y juicios que no cumplen con estándares mínimos internacionales en términos de garantías. De igual forma existen denuncias de tortura y malos tratos, además de evidencia de condenas basadas en confesiones obtenidas bajo coacción, con en el caso del jordano Abdullah Ibhais.
Otras cuestiones álgidas identificadas por AI son los derechos de las mujeres y de las ciudadanías LGTBI. Sobre el primero se señala que las mujeres qataríes necesitan el permiso de un tutor varón, es decir el padre, esposo, hermano, abuelo o tío, para casarse, viajar o estudiar en el extranjero, ejercer cargos públicos o acceder a la salud reproductiva. De igual forma, en caso de divorciarse, la ley las pone en situación de desventaja. Por si fuera poco, no cuentan con protección adecuada en casos de violencia sexual o basada en género.
En relación con lo segundo, indica AI que el artículo 296.3 del Código Penal tipifica como delito diversos actos sexuales consentidos entre personas del mismo sexo, y establece posibles penas de cárcel para toda persona que “impulse o induzca o incite a un varón, por cualquier medio, a cometer un acto de sodomía o licencioso”. De igual modo, el artículo 296.4 establece sanciones para toda persona que “induzca o incite a un hombre o una mujer, por cualquier medio, a cometer actos contrarios a la moral o que sean ilegítimos”. En caso de que una persona transgénero sea detenida, es una obligación asistir a terapias de conversión para recuperar la libertad. Hace pocos días durante una entrevista para la televisión pública alemana, el embajador qatarí Khalid Salman calificó a la homosexualidad como "daño mental".
A manera de conclusión, es cierto que Qatar no tiene un buen desempeño en materia de derechos humanos y que su designación como anfitrión de la copa del mundo claramente califica como desacierto. Sin embargo, varios países que levantan el dedo acusador tampoco exhiben las mejores credenciales. Durante la cumbre del clima en Egipto, el mandatario francés Emmanuel Macron saludó como “presidente” al venezolano Nicolás Maduro, cuando en el 2017 lo había tildado de “dictadorzuelo”. Hace dos meses, la ONU presentó una detallada investigación donde acusa a Maduro y a jefes de inteligencia venezolanos de crímenes de lesa humanidad.
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Sobre el autor:
Alonso Cárdenas
Docente de la carrera de Ciencia Política de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya